Libres de pecado
Cuentan que Amancio Ortega, dueñode Zara y que vivió su infancia enTolosa, tiene unos 52.000 millonesde euros de los que, unos poquitos, destina adonaciones. Las más conocidas son las queestá haciendo a la sanidad pública para queesta compre auténticos pepinazos de lainnovación contra el cáncer. Lleva ya unos300 millones (14 para Euskadi) y el debateestá servido: ¿debe la Administración aceptar su dinero? Los que están en contra de su“limosna” creen que se ha hecho rico a costade explotar a sus trabajadores y en que nopaga todo los impuestos que debiera, entreotras razones. Ni una cosa ni la otra son nuevas. Mucha de la ropa que vestimos(dicho sin orgullo, yo el primero) la hacegente que gana una miseria y el que no losabe es porque no lo quiere ver. Y en el paísen el que pagar impuestos para demasiadaspersonas, desgraciadamente, es de idiotas, sieres rico pues, aún más, solo que le llamaningeniería fiscal.
Las decisiones empresariales y fiscales deeste filántropo no me consta que sean ilegales, lo que no supone que me parezcan éticas. Como esto va de mojarse diré que tengomis dudas sobre lo de no aceptar sus donaciones si se dieran condiciones como: que ladecisión sobre qué se compra sea del gobierno en cuestión, que sea para inversiones sinque estas dependen solo de esa donación, oque la aportación no sea significativa en eltotal del presupuesto sanitario, por ejemplo.Así no le daría el portazo que algunos reclaman a ese tipo de donaciones. Si a todo ellole sumamos unas normas fiscales menosamables para los amancios reconozco queme sentiría más cómodo aun. En cualquiercaso me alegra que exista este debate. Eso sí,también ayudaría el no exigir la perfección alas decisiones de la Administración y, encambio, dar manga ancha a nuestras decisiones privadas en las que el que esté librede pecado que tire la primera piedra.