El viernes escuché: “La violencia no essolo un delito, es un aprendizaje”. Lapersona que la utilizó se refería a laviolencia machista pero es claramente aplicable a las vulneraciones de Derechos Humanos en Euskadi. Sin embargo, más que elcómo aprendimos la violencia, me preocupacómo la desaprendemos. Porque cuando elconflicto se encauza y la agresividad y lalucha destructiva se diluyen, es preciso actualizar los programas del ordenador social ypersonal con el que hemos funcionado.Aquellos que eran “los otros”, siguen pensando diferente, muy diferente si quieres, pero yahemos acordado que queremos vivir juntos y que nadie sobra. Dice Norberto Bilbeny quelas dos peores cosas de los humanos son: sercrueles e incluso pensar que con ello unohace el bien; y la indiferencia al sufrimiento.Como sociedad hemos trabajado muy bienlas dos. Pero también dice este autor que elantídoto a ambas está en el compromiso, endar pasos sin esperar que otros los den. Y estotambién lo estamos trabajando muy bien,especialmente en Gipuzkoa.

Al igual que las montañas heladas devuelven, antes o después, los cuerpos de losescaladores que en ellas murieron, nuestrahistoria de violencia, que parece hoy congelada, sepultada bajo la nieve, ahí continúa.Cometeríamos un gran error si ahora pensáramos que todo ello quedó en el pasado. Lasdiputaciones y ayuntamientos a los quevotaremos tienen un papel clave que jugaren el desaprendizaje de la violencia política.El compromiso discreto con la paz necesitaque los nuevos representantes la sigan abonando por los que no están, por los que estamos y por los que vendrán. Seguir sembrando para consolidar algo que algunos llaman“buenismo” pero que hoy en gran medida seha hecho realidad: asumir la presencia delos conflictos sociales y defender intensamente unas ideas sin que por ellas merezcala pena ni ser cruel, ni indiferente.