“hay personas que creen en las utopías y van hacia ella, y algunos consiguen alcanzarlas como Alfonso Gorroñogoitia y José María Ormaechea y el resto de fundadores que desde su juventud siguieron a un líder carismático como el P. José María Arizmendiarrieta para poner en marcha la Experiencia Cooperativa de Mondragon”, dijo el presidente de la Asociación de Amigos Arizmendiarrieta (ALE), Miguel Ángel Laspiur, en el homenaje que esta entidad tributó esta semana a los dos supervivientes del grupo que dio impulso y carta de naturaleza a un movimiento cooperativo que hoy es referencia en el mundo.

Aquellos emprendedores que comenzaron en los años 50 del pasado siglo comprando un taller al que le pusieron el nombre de Ulgor (acróstico de los apellidos de los fundadores) no eran conscientes de que ese nuevo modelo de empresa que, por primera vez, se aplicaba en el sector industrial y que con el tiempo se convertiría en Fagor Electrodomésticos, iba a suponer el embrión de lo que hoy es la Corporación Mondragon, el primer grupo industrial de Euskadi y el séptimo del Estado.

La imagen de los nonagenarios Ormaechea y Gorroñogoitia en el homenaje que los socios de ALE les rindieron por su actuación destacada a lo largo de toda su vida en la defensa y el desarrollo de los valores cooperativos pone de relieve, no solo que la utopía puede ser una realidad, sino en la gran importancia que un concepto tan vasco como es el auzolan, es decir, la solidaridad y el trabajo compartido en favor de un colectivo, tiene en el desarrollo y en el bienestar de las personas y, en consecuencia, de los pueblos.

Un valor que en los últimos tiempos parece que se está olvidando para dar paso a ciertas actitudes de corte cainita que nacen como elementos de cortapisa ante el desarrollo y el progreso de los demás o como reacción a la divergencia en un contexto donde la discrepancia debería de ser aceptada como un elemento enriquecedor y de aportación colectiva. Por eso, en muchos sectores, el modelo cooperativo, a pesar de su gran implantación entre nosotros, todavía sigue sin ser entendido, muchas veces por recelos de los demás y otras por no haber sido capaces de dar a conocer y explicar las virtudes y los defectos de este modelo de empresa cuya propiedad es de los trabajadores y cuyo objetivo es la distribución de la riqueza y la generación de empleo.

No es necesario insistir en el peso que tienen las empresas de economía social, es decir, las cooperativas en la economía vasca, que dan empleo en Euskadi a 58.444 personas, y, en particular, las del grupo Mondragon que cuentan con una plantilla de 80.818 trabajadores repartidos por todo el mundo, sino poner de relieve el valor y la aportación que este modelo está teniendo en el tejido productivo del país, como se ha podido comprobar en la última crisis económica.

En primer lugar, es de destacar la mayor capacidad de resiliencia de las cooperativas frente a las empresas de capital mucho más vulnerables. Así, durante el período más álgido de la crisis, es decir, en el período 2008-2014, las empresas de economía social aumentaron en un 17,8%, mientras que el 13,7% de las compañías mercantiles desaparecieron. Este comportamiento se debe al mayor dinamismo que tienen las cooperativas en la adaptación a las condiciones complejas y a las exigencias económicas del entorno que va en paralelo con su alta inversión en el desarrollo humano, organizativo y tecnológico. En definitiva, eso se traduce en una mejor respuesta en términos de actividad y empleo. No en vano, las cooperativas han demostrado respecto a otros modelos de empresa tener una mayor eficiencia en el siempre difícil escenario de la globalización, aunque esa adaptabilidad podría ser menor si nos referimos al segmento de las empresas grandes.

El hecho de que las cooperativas sigan creciendo, sobre todo en el sector de servicios, ya que en el industrial es muy complicado por las importantes inversiones que se necesitan en un entorno globalizado y con altos costes, pone de relieve la gran conexión que puede existir entre los valores que ofrecen con los nuevos comportamientos culturales que ya se están dando en la sociedad respecto a una nueva forma de entender el trabajo y las relaciones laborales.

Precisamente, un valor cooperativo como es la participación de los trabajadores en la gestión, resultados y el capital de las empresas está siendo cada vez más aceptado socialmente, hasta el punto de que hay organizaciones empresariales que están impulsando ese modelo, -aunque obviando la entrada en la propiedad-, entre sus asociados. Recientemente, la Unión Europea (UE) ha anunciado la puesta en marcha de un plan de acción para financiar actividades de desarrollo económico, que se inspira en este modelo, mientras los parlamentos vasco y de Navarra han pedido a sus respectivos gobiernos que impulsen esta nueva forma organizativa en sus territorios.

En este contexto hay que subrayar la gran presencia que el cooperativismo vasco está teniendo en Colombia, en donde bajo el auspicio de la UE, está participando en un plan para el desarrollo de empresas de economía social en el campo de la piscicultura y turismo para dar empleo a los excombatientes de las FARC, a lo que hay que añadir el intercambio de conocimiento en torno a este modelo de empresa que los profesores de la UPV/EHU, Aitor Bengoetxea y Enekoitz Etxezarreta, del Instituto de Derecho Cooperativo y Economía Social (GEZKI) de la UPV/EHU, están realizando con dos universidades de ese país.

A pesar de las dificultades que puede tener el modelo, tanto en la generación de nuevas cooperativas en el terreno industrial como en la implementación de la participación de los trabajadores en las empresas, el que fuera vicepresidente de la Corporación Mondragon, Juan Mari Uzkudun, en su libro Un directivo de los nuestros, se muestra optimista sobre su futuro al destacar un aspecto importante que no se da en las empresas de capital, como es la existencia de valores democráticos en su gestión. “Los sistemas más participativos serán los que conseguirían una mayor integración de personas, equipos y empresa, con lo que la competitividad mejorará”, afirma.

“El desarrollo de las sociedades exige una forma de tratar a las personas radicalmente diferente a la experimentadas en las sociedades anónimas, en las últimas décadas, especialmente a partir de la crisis desatada. No solo por el comportamiento desapegado de las personas para sobrevivir en la crisis con despidos masivos, sino por el acumulado de décadas de promesas incumplidas de un mejor futuro que se aprovecharon para privatizar beneficios para unos pocos”, subraya Uzkudun.

Gipuzkoa no solo es una referencia mundial por su modelo cooperativo industrial, también lo es por la gestión de sus empresas, y en concreto, por una deportiva, como es el caso de la S.D. Eibar, cuya presidenta, Amaia Gorostiza, fue objeto de reconocimiento en el XVII Foro Eurogap, que tuvo lugar esta semana en Donostia, por su trayectoria empresarial basada en valores. Una nueva y diferente forma de destacar el papel que tienen los empresarios en la sociedad y que de manera tan exitosa está llevando a cabo año tras año esta consultora de marketing. Gorostiza ha sido la última galardonada en una lista en la que se encuentran nombres tan importantes como Antonio Cancelo, Miguel Lazpiur, Juanjo Etxeberria, Javier Roquero, entre otros.

Como bien destacó el presidente de Eurogap, Enrique Larumbe, Amaia Gorostiza simboliza el espíritu empresarial de Eibar basado en la eficacia y la sencillez. Después de 25 años trabajando en la compañía creada por su madre en 1959, -otro dato singular sobre todo en aquella época-, ocupa desde 2016 la presidencia de la S. D. Eibar, un club que se está destacando como ejemplo en gestión económica, social y deportiva. Que un club deportivo dedicado al fútbol sea ejemplo de buena gestión significa situarse ya en el máximo nivel de la excelencia.

Hasta tal punto que el prestigioso periódico económico Financial Times lo incorpora, por segundo año consecutivo, en su lista anual de las 1.000 compañías con mayor crecimiento del mundo, al situarlo en 2018 en el puesto 846. La S.D. Eibar obtuvo en la temporada pasada unos ingresos de 58,7 millones de euros que suponen un crecimiento anual de 44,1%.

El principio de la economía familiar de que no hay que gastar más de lo que no se tiene y de mantener el déficit cero como principio de la gestión económica, lo que les permite ser independientes y competitivos en un escenario donde los grandes grupos de inversión están entrando en los clubes, ha provocado que el caso Eibar sea objetivo de estudio como modelo empresarial en importantes escuelas de negocio como el IESE de la Universidad de Navarra. Una forma de gestión que supuso poner en marcha una campaña crowfunding que sirvió para captar en un tiempo récord 11.000 accionistas de 69 países, algo que pudiera parecer inaudito para un club que representa a una localidad de 27.000 habitantes. Una prueba más de que la utopía cuando se persigue puede convertirse en realidad.