Cuenta El Buscón, entrañable personaje de Quevedo, que su padre erabarbero de profesión, pero se hacía llamar tundidor de mejillas y sastre de barbas. Belarmino Pinto, protagonista de unainmensa novela de Ramón Pérez de Ayala,era a su vez zapatero, pero se decía filósofobilateral. Es lo que tiene ser de altos pensamientos.
Recuerda uno haber sido presentado frecuentemente como ministro en sus viajesoficiales a tierras argentinas, en tiempos enlos que ocupaba el cargo de diputado foral.El rubor se apoderaba de mí cada vez queescuchaba tal rimbombante cargo y tratabade matizarlo, pero mis introductores meaclaraban una y otra vez que su objetivo noera la altanería, sino una mejor comprensiónpor parte de los interlocutores, ya que el cargo de diputado suena más a legislativo que aejecutivo y además en las provincias argentinas son también denominados ministros losequivalentes de nuestros cargos, no solo losnacionales.
Con semejante objetivo didáctico, y ante eldesconocimiento de una parte importante dela ciudadanía en torno a las Juntas Generales, están estas siendo presentadas desdehace años en diversas campañas como losparlamentos territoriales vascos. La denominación va cuajando y en las crónicas periodísticas sobre la institución se utiliza cadavez con mayor profusión.
Pero uno no termina de acostumbrarse. Bueno, seamos sinceros, en realidad uno no deseaacostumbrarse. Y es que, sin negar la necesidad de explicar lo que son estas importantesinstituciones, y sin negar tampoco que enpuridad se trata de unos parlamentos, no es lomismo describir las Juntas Generales comoun parlamento que presentarlas como el Parlamento territorial, así con mayúscula y artículo determinado.
Habrá quien me considere un tiquismiquispor semejante precisión, pero he de reconocer que, tal vez excesivamente influido porviejas controversias políticas aún no resueltas, en la concepción que tengo de la Euskadiactual, y sobre todo de la futura, prefiero quetengamos una única institución que se denomine Parlamento. No sé si me explico.