Un poco más de jazz
Hoy es el día internacional del jazz.Hala, no te acostarás sin saber unacosa más. Si no eres de los que tegusta el jazz, tranquilo, ya somos dos. Lo heintentado más de una vez pero no le terminode pillar el gusto. Ni siquiera como músicade fondo. Y me da rabia porque decir que tegusta el jazz o que vas a un concierto a la Trini en el festi pues te da un punto moderno. Ysi hay algo que me fascina del jazz es convertir en arte la improvisación. Así, los músicosque conforman la banda, incluso aunque nose conozcan entre ellos, pueden hacer solosimprovisados sobre una armonía.
En nuestra sociedad la improvisación cotiza a la baja. Si te fijas, improvisar tiene engeneral un sentido muy negativo. Es aquelloque hacemos cuando no hemos planificadoalgo como debiéramos. Lo usamos para descalificar, incluso. En una sociedad tan enamorada de la tecnificación, la improvisaciónes algo que uno solamente debe hacer cuando no hay otra salida. Sin embargo, deberíamos recuperar la concepción positiva de laimprovisación. Dar valor a la improvisacióncomo una acción creativa que se basa, eso sí,en muchas horas de práctica y estudio. Elmúsico de jazz, como el bertsolari, improvisa, pero solo él sabe las horas que ha metidopara poder hacerlo. A veces planificar todo mata la creatividad. Nos empeñamos, ennuestras empresas y administraciones, enacumular a personas con títulos y méritospara que luego se limiten a cumplir un procedimiento, sin oportunidades reales paracrear algo nuevo y con miedo a cometererrores. Es como tener a Messi en el palco.Diría que hasta educamos aún hoy fundamentalmente para tocar según una partitura y no para crear nuestra propia obra. Miraque me gusta la música sinfónica pero, estavez, parafraseando al interesante libro deSaratxaga y Ugarte, ¿Sinfonía o jazz? diríaque, como trabajador y ciudadano, nos vendría bien un poco más de jazz.