Pido una caña para ver si me llega lainspiración para el artículo de estasemana. Y, ¡zas! ha llegado. El precio de mí caña ha sido de 2,10 euros, pero alos nuevos miembros del Congreso, les costará 0,96. Si deciden beber agua, 0,98 euros,más cara que la cerveza, manda huevos quediría Trillo. Un café, 0,88 euros. El menú deldía a 9,28 y suma y sigue? Las personasque nos representan y hacen las leyes vivenen un mundo en el que, como evidencióZapatero con su mítico momento de decirque un café costaba 0,80, se creen que con 5euros, barra libre. Estos fueron los preciosmáximos que la licitación fijó el año pasadopara que los gestores de la cafetería delCongreso cobrasen a sus señorías. ¿Dóndeestá el truco? En que entre todos les pagamos parte de los tragos. En concreto con1,57 millones de euros al año. Ahora entiendo mejor por qué militares a punto de pasara la reserva, toreros y otros personajes quieren ser representantes del pueblo. Ríete tudel pintxo pote. Al menos quitaron los combinados, porque antes el gin tonic les costaba 3,45 euros. No se va uno a confundir alvotar, ¿eh? Quiero seguir creyendo en lospolíticos. Como sociedad es vital hacerlo,pero datos como estos, no ayudan. Si a lacorrupción le sumas esto, los escañosvacíos en muchas sesiones, o que el 22% delos diputados pidió, solo en 2012, otro iPad(si, les dan uno a cada) porque lo habíanperdido, la tarea se vuelve casi imposible.La mujer del Cesar, además de serlo, tieneque parecerlo, y no solo en campaña. Yaque por desgracia la reputación de la clasepolítica está por los suelos, decisionesmenores, como podría ser esta, refuerzanaún más la necesidad de profundos cambios, también en estas cuestiones. Parecieraque ser político es estar para chupar delbote. Ni debe ser así, ni tienen que pagarjustos por pecadores. Eso sí, que al menoslos justos lo denuncien.
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