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Campo de oportunidades

el prestigio social y profesional puede ser un buen acicate para atraer talento hacia el mundo rural

Campo de oportunidades

en las reuniones de cada jueves del sanedrín gastronómico de mi cuadrilla estamos media cena hablando de los achaques que comenzamos a sufrir y de los rifirrafes con nuestros hijos adolescentes, y la otra media con el queso sobre la mesa y el vaso de sidra en la mano, solucionando los numerosos problemas que tiene la Seguridad Social y la poca esperanza que tenemos en la pensión por jubilación que, lamentablemente, cada vez está más cerca.

Tras esta variopinta temática que se viene repitiendo semanalmente, además de los obvios comentarios despellejadores hacia todo bicho viviente, los miembros de tan selecto club hemos caído en la cuenta de que nos estamos haciendo viejos. Aún así, emulando a la Asociación de Jubilados del pueblo vecino, Alegia, que se llama Beti Gazte (Siempre Jóvenes), nosotros también nos identificamos con ellos y aquí continuamos, siguiendo la estela de mi querida Tina Turner en la brecha.

La vejez, o falta de juventud y con ello la falta de relevo generacional en el campo es un tema tan recurrente como cansino para propios y ajenos que, dada la enorme dimensión del reto, resulta inabarcable y por ello no es de extrañar que siga, año va año viene, en la agenda de prioridades de todas las administraciones, organizaciones y entidades que viven del y por el campo.

Creo, por otra parte, que no merece la pena ahondar en la herida y dar una retahíla de datos tan terroríficos como inquietantes, que más que incitarnos a la acción nos empujan al desánimo cuando no a salir corriendo despavoridos. Pero permítanme apuntar un dato. Solo el 11% de los titulares de explotaciones agrícolas en la UE tenían, en 2018, menos de 40 años de edad.

Sí, por mucho que le cueste creérselo, la Unión Europea considera jóvenes agricultores a todos los que estén por debajo de los 40 años y, visto el dato antes apuntado, ni me extraña que nadie se atreva a bajar el listón, no vaya a ser que el porcentaje baje hasta el único dígito, ni me sorprenden aquellas voces que reclaman subir el listón de la juventud hasta los 45 años.

Tal y como reconocen los propios responsables europeos, el sector agrícola de la UE se enfrenta al reto de una población europea cada vez más envejecida, y así los más críticos sugieren que si prosigue esta tendencia y no se actúa en la PAC, se pondrá en riesgo la sostenibilidad del sector agrícola a largo plazo.

Por ello, comprenderán que es más necesario que nunca abordar el tema en su integridad (tierra, fiscalidad, apoyos a la incorporación y a la inversión en tecnología e innovación, expansión de la banda ancha, reequilibrio de la cadena alimentaria, servicios en el mundo rural, etc.) y fijando de forma nítida las prioridades políticas.

La dimensión del problema es de tal magnitud que no existen ni soluciones sencillas ni varitas mágicas, y únicamente la conjunción de un paquete de medidas audaces y sostenidas en el tiempo, alineadas entre sí y con la participación de las diferentes administraciones y de agentes agrícolas y rurales posibilitará que, poco a poco, se revierta la situación.

Mi amigo Iñaki suele decir que para que los jóvenes opten por la agricultura deben sentir que cuentan con prestigio profesional por la calidad de sus productos y con un prestigio social donde la profesión de agricultor sea reconocida por el conjunto de la sociedad. Ese prestigio hará que los jóvenes estén orgullosos de ser profesionales del campo y orgullosos de suministrar alimentos sanos y de calidad a sus convecinos y será este sentimiento de orgullo el que suplementará con creces la dedicación y el sacrificio que conlleva este oficio donde la rentabilidad es, más bien, justita.

Campañas como la impulsada por las juventudes de COAG bajo el lema #somoslatierra y la impulsada por la organización agraria ENBA de Euskadi con su lema #BaserritarrazHarro (Orgullosos de los agricultores) apelan al orgullo que tanto los propios jóvenes como el sector primario deben sentir por su trabajo y modo de vida, y creo que este orgullo debiera ser compartido y extendido al conjunto de la sociedad.

Personalmente, creo que el prestigio social y profesional puede ser un buen acicate para lograr atraer talento hacia el mundo rural y la actividad agraria que, dejándose de actitudes victimistas y pesimistas, debe luchar para que tanto descendientes de las familias ahora en activo como jóvenes ajenos al campo se incorporen al frente de las explotaciones y desde su alta cualificación impulsen nuevas metodologías, tecnología y modos de comercialización flexibles y adaptados a los nuevos hábitos de consumo de la sociedad.

Recientemente, he tenido conocimiento de la existencia de una experiencia catalana llamada Odisseu cuyo objetivo es atraer talento al mundo rural y de forma proactiva, y salir al encuentro de esos jóvenes que por su formación (agrónomos, veterinarios, biólogos, nutricionistas, empresariales, marketing, ?) pueden tener en el campo y en el mundo rural un extenso campo de oportunidades.

Si no impulsamos una mejor formación de los jóvenes de las actuales explotaciones para que sean capaces de abordar mayores retos, y si como sector nos autolimitamos a lo que tenemos en casa, el finiquito es cuestión de poco tiempo. Si empoderamos a los jóvenes de las actuales explotaciones y abrimos las puertas a jóvenes formados, por el contrario, el futuro estará garantizado.