Según se sale del pequeño país, donde comienza la inabarcable Francia agrícola, esa en que las carreteras son el camino más corto entre dos rotondas y donde las ancianas centenarias mueren al volante. En una de estas rotondas se ha montado una especie de campamento de nómadas habitado por personas de diferentes edades provistas de chalecos amarillos, de esos que hay que ponerse en caso de que el coche se quede detenido por ahí. Hay algunas mujeres pero prevalecen los hombres. Pancartas improvisadas con reivindicaciones genéricas se van ahumando con las barbacoas, saludan a los que tocan la bocina al pasar, interrumpen la circulación de algunos camiones y forman pequeños atascos. Los gendarmes se paran a saludar y, sin mucho esfuerzo, hacen que el tráfico reemprenda su marcha? Hiruntchiverry, con su chaleco fluorescente, ha dejado la moto en el aparcamiento improvisado a unos metros del cruce de carreteras. Se provee de una ración de pizza que reparte gratuitamente -se paga la voluntad-, un comerciante que ha llegado con su furgoneta y se incorpora al núcleo asambleario mientras come.

-Los tecnócratas de París solo piensan en que su beneficio es el resultado numérico - habla una abuela muy pequeña que fuma rubios mentolados al mismo tiempo-, de restar los costes a los ingresos y se olvidan de que los números somos personas, personas que cultivamos verduras, criamos patos y que vivimos lejos de su vista.

-Personas que necesitamos el coche para ir a comprar el pan, para ir a correos a recoger la ropa que compramos por correspondencia ahora que correos no reparte a las casas, o para ir al médico a por el certificado de defunción o para comprar lo que sea en un centro comercial?

- Y el coche es esencial - dice un tipo delgado con cara de cura enfermizo-, para ir a España por putas y tabaco.

-La asamblea se ríe y le trata de todas las variantes de gilipollas que se declinan en francés y en patois. Luego siguen hablando de la gasolina y de lo que les afecta a sus ingresos. Anochece cuando la reunión se va disolviendo. Hiruntchiverry regresa a casa por la autopista, aprovechando que el peaje sigue ocupado por otro grupo de chalecos amarillos.