Síguenos en redes sociales:

Inocentes

Consciente de que nado a contracorriente, vengo a proclamar el derecho del ciudadano Imanol Goyarrola a defender la inocencia de su amigo, compañero de trabajo, o lo que sea, José María Martínez Sanz, recientemente condenado por un delito continuado de abusos sexuales. Si realmente cree en ella, habría que aclarar.

Pero resulta que lo hace en calidad de director de un colegio que no muestra propósito alguno de enmienda. Resulta también que lo hace obviando una contundente sentencia que da por probados los abusos. Y resulta, por último, que lo hace insultando sin pudor a víctima. En definitiva, que lo que -aunque controvertido- debe ser respetado en un ciudadano de a pie, se torna en miserable en boca del máximo responsable de Gaztelueta.

Es por lo tanto comprensible la indignación de la ciudadanía con semejante actitud, aunque sea una ciudadanía que durante décadas ha asistido a innumerables peticiones de libertad y proclamaciones de inocencia para personas con historiales verdaderamente sanguinarios. No ha habido entre nosotros detención que no haya sido inmediatamente seguida de asambleas de compañeros de trabajo y de plenos municipales de los que demasiadas veces salían aprobados textos verdaderamente ignominiosos.

No se refiere uno a las lógicas muestras de apoyo de los que secundaban la lucha armada, sino al resto de la sociedad que, llegado el momento, no quiso, no pudo, no se atrevió a decir que el compañero -o el amigo- recién detenido tal vez sí merecía la cárcel. La vía de escape para cohonestar la postura era casi siempre una más que fingida creencia en su inocencia.

La tan manida memoria histórica debe empezar por mirarse uno mismo en el espejo y ver cuántos de nosotros y cuántas veces hemos enarbolado discursos no tan diferentes a los de este lamentable director de colegio. Tal vez así nos daremos cuenta de también nosotros hemos sido demasiadas veces una sociedad lamentable.