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Fundamentalistas

Hace un año, solo a un mes de las históricas elecciones catalanas, La Vanguardia otorgaba 15 escaños y un 10% del voto a JuntsXCat, situándola como la cuarta fuerza en el Parlament. ERC les triplicaba en todo. No era una excepción, ya que el resto de los sondeos realizaban parecidos vaticinios. Es cierto que, según avanzaba la campaña, las expectativas de la coalición de Puigdemont subieron, pero sin alcanzar lo que al final obtuvo. Las perspectivas para las CUP, por su parte, casi duplicaban lo que al final les otorgaron las urnas.

Todo el mundo recuerda lo que pasó. Se convino ya durante la noche electoral que las encuestas ni la habían olido y que los analistas -tal vez porque se basaban solo en los sondeos- tampoco habían acertado a adivinar las dimensiones y características de un movimiento político caricaturizado como el de un mesiánico President, ideado para salvar los muebles de la ruina posconvergente. En realidad se mostró como un movimiento ideológicamente transversal y nutrido de (y por) prestigiosos intelectuales y referentes sociales.

Pues estamos en las mismas. No hay elecciones convocadas, no se conocen los candidatos ni cómo se configurarán los espacios electorales, alguno de ellos aún en construcción, pero hay quienes siguen erre que erre calcando las teorías y vaticinios que hace un año les llevaron al más grande de los ridículos. Hay incluso quien desde estas páginas ha estimado pertinente tacharnos de fundamentalistas a los que, según él, no nos ponemos a pensar; a pensar como él, es de suponer.

Consideraba uno que, visto lo visto, había en la política catalana quien se había ganado el derecho a ser más respetado; y aquí entre nosotros quienes se habían prometido a sí mismos aplicarse mayores dosis de prudencia. Pero no hay manera, sus deseos vuelven a convertirse en (sus) verdades.