Ahora que los augures vaticinan el fin delas gasolineras, cumple repasar la enormetransformación que se ha producidoen estas, que de ser meras suministradorasde combustible han pasado a convertirse enpocos años en supermercados, quioscos deprensa, tiendas de regalo, panaderías e inclusoen templos de gastronomía. En muchas ocasionespara enfado de comerciantes cercanos quelas consideran competencia desleal, que todohay que decirlo.
Lo que es insólito por estos lares es verlas convertidasen colegios electorales. Subrayo lo deestos lares, porque cree uno recordar reportajessobre algunos caucus de las presidenciales estadounidensescelebrados en estaciones de serviciode ciertos condados de aquel país. Hasta enesto se nos adelantan.
Pues bien, como es el punto más cercano decasa que me ofrece Gure Esku Dago para reivindicarnuestro derecho a decidir nuestro propiofuturo, el domingo acudiré a una gasolinera deDonostia a votar, y a votar que sí a la preguntaque se nos hace. Lo haré con orgullo y con convencimiento,a pesar de que he solido manifestarpúblicamente mis dudas y opiniones críticas,no sobre las consultas en sí, pero sí sobreotra serie de aspectos de la dinámica de estegrupo. Vamos, que en palabras errejonianas ?olaclaudianas? pertenezco en esta cuestión mása los sectores laterales aliados que al núcleoirradiador.
Como en la convocatoria enviada a nuestrosdomicilios se nos habla de esta consulta comopunto de partida, nada más metafórico quevotar en una gasolinera. Necesitamos repostar,cargarnos de energía para afrontar nuevos retosy conseguir ganar el futuro. A ver si la próximavez que vote para decidir nuestro lugar en elmundo no lo hago en una gasolinera; pero a suvez, a ver si lo hago antes de que las gasolinerashayan desaparecido. Sería una buena señal.