La ikurriña
Asistir a las fiestas patronales te permite,entre otras cosas, convidar o irde convite con la familia, escuchar ala banda de música de la que formaste parte,escandalizarte por ver a los jóvenes hacercosas muy parecidas a las que hacías tú mismodécadas atrás y alternar con amigos detoda la vida e incluso con gente con la quenormalmente tienes escaso trato.
Fue uno de estos últimos quien me abordó enun bar y me reprochó lo que había escritohace meses en las redes sociales acerca de laikurriña del derbi de Atotxa de 1976, con Kortabarriae Iribar de protagonistas. Efectivamente,con la exhibición de la ikurriña en lanueva tienda de la Real Sociedad, osé en sudía decir públicamente lo que rondaba micabeza. Y es que por mucho que he mirado yremirado, nunca he podido convencerme deque aquella mítica bandera que aparece enlas fotos del histórico día sea en realidad laque el club expone como tal. Añadí, eso sí,que la ikurriña que parece muy parecida es laque enarbola en las fotos el atabalero de latxaranga que está detrás de los futbolistas.Es lo que le contesté a mi interlocutor, pero,serio él, me replicó que con esas cosas no sejuega y que el caso era como el de la SábanaSanta custodiada en Turín. Que ningunaverdad científica podría menguar la importanciadel símbolo y que si se había convenidoque esa era la ikurriña, esa era la ikurriñay punto. Cerca de batirme en retirada, utilicémi último cartucho: ¿No era mejor aclararesta cuestión entre nosotros en vez de esperara que en un futuro aparezcan el Inda o elPedrojota de turno que, tras ardua investigación,nos acusen de manipular la historiatambién en esto?
Tras pensárselo durante unos segundos,figuré ganado su indulto. Me preguntó siquería otro txikito, y tras entregármelo measeveró con rotundidad que, efectivamente,lo de la ikurriña de Atotxa habría que aclararlocuanto antes.