el Barón de la Florida anda renqueante por la cocina de la sociedad mientras prepara un feuilleté de espinacas con queso de cabra, apenas se puede agachar para abrir el horno y, cuando se vuelve hacia el comedor, presenta un rostro tumefacto.

-¿Qué te ha pasado, chaval?- Pregunta Hiruntchiverry que llega con una botella de dorado Sauternes.

-Consecuencias de su adicción al rugby- responde el Marqués de Altamira que se encuentra también en la cocina preparando unas anchoas al ajillo-, que este por el rugby se olvida de todo? que es un adicto.

Hiruntchiverry y Galtzagorri miran a ambos sin entender nada, el Barón permanece en silencio pero el Marqués tiene ganas de hablar.

-Pues que el otro día los Maoríes del Duranguesado recibían la visita de un equipo de veteranos francés, Les Cassoulets de Toulouse, y nos llamaron para completar alineación porque les faltaba gente y allí fuimos.

-Y el partido fue viril pero noble, con las típicas castañas de Toulouse. ¿No? -dice Hiruntchiverry, expresando su propia experiencia-. En Toulouse même les mémés aiment la castagne.

-¡Qué va! El encuentro fue normal pero es que coincidió con el nosécuántos aniversario de la boda de los padres de este y su ama había organizado una misa de celebración con un cura de alta graduación y todo, además del condumio familiar, y, después del partido, sin tercer tiempo ni nada, llegamos un poco tarde al evento religioso, cuando las bendiciones finales y tal. Y alguien le pasó una zapatilla a la madre de este y allí anduvo, sacudiéndole desde el altar hasta el atrio de la entrada ¡Y tuvo suerte que era una ermita! Si llega a ser una catedral, acabamos en urgencias.