el ministro del Interior -incluso de más adentro que el interior- ha comentado estos días pasados que pitar el himno de España en la final de la Copa “es violencia”. Ignoro si el himno fue pitado o no ayer, ya que escribo esto antes de que se dispute el partido, pero imagino que hubo un montón de violentos que lo pitaron en el campo y en sus casas. Violencia silbar un himno?, no sé dónde leches vamos a llegar ni por dónde estamos yendo, que es igual de grave. Sinceramente, creo que el patrioterismo español extremo ha perdido del todo la vergüenza en los últimos años y que ya no saben qué burrada mayor decir o hacer ante la incipiente ojeriza que millones de personas le tienen o le están cogiendo en estos tiempos recientes a todo lo que suene a símbolos o a asuntos oficiales: instituciones, monarquía, bandera, himno, blá, blá, blá. Supongo que vista la reacción españolista ante todo el tema catalán, que ha sacado de su vacío identitario a muchos y muchas, están aferrándose a esta dinámica y exagerándola para apretar aún más las filas, aunque en el propio ejercicio de hacerlo no paren de avergonzar aún más a la numerosa gente normal que hay, que sigue siendo mucha, que también leía atónita como el propio gerifalte de la LFP, el tal Javier Tebas, dijo igualmente que “es violencia verbal”. Depende de las creencias o sentimientos de cada cual, se puede decir que es mal gusto o de mala educación puntual -insisto, depende de las creencias de cada cual- pero lo de violencia es ya de un nivel de dementes. Como demente es tener una competición deportiva presidida y nombrada por un señor al que nadie ha elegido ni votado y con quien si te metes pueden ejercer contra ti toda clase de violencia. Eso es violencia, eso es un país violento, que lleva la violencia en su propia Carta Magna, votada tres años después de salir de 40 años de dictadura, cuando la Copa era del Generalísimo.