De entre los datos más inquietantes de estas navidades televisivas, está el ofrecido por la empresa Barlovento encargada de calcular las audiencias. Digo calcular porque apenas 4.400 aparatos instalados en casas de diferentes puntos de las geografía tiene que acercarse a saber cuántos espectadores vieron a Amaia en la última gala de OT, por poner un ejemplo. Pero también cuántos espectadores comieron las uvas viendo Castilla y León TV. Y el resultado obtenido fue cero. Que detrás de la pantalla de aquel despliegue de alegría y felicidad regional no había nadie. Y eso no puede ser cierto. Seguramente unos pocos de miles de fieles a esa tele seguirían el fin del año en ella. Lo que ocurrió es que ningún audímetro lo recogió. Y este dato es relevante, sobre todo porque hay comunidades pequeñas como Navarra o La Rioja cuyas costumbres televisivas de sus ciudadanos ni siquiera aparecen recogidas. Y cuando las recogen, son tan pocos los aparatos que las representan que extrapolar sus datos es como hacer una quiniela: puede que aciertes los 14 o que no des ni una. De esta manera se puede saber que los valencianos son los que más televisión ven y los de la CAV los que menos horas pasan delante de ella. Se puede saber que las mujeres ven más televisión que los hombres y que tanto hombres como mujeres de más de 64 años pasan más de seis horas al día delante del televisor encendido. Todo esto lo podemos conocer pero si quisiéramos saber cuántos de estas mujeres, hombres, mayores o jóvenes son navarros o riojanos tendríamos que preguntárselo a un adivino o consultarlo con alguna bola de cristal. La fiabilidad sería la misma. Pero tampoco es justo que realidades tan complejas como las analizadas por esta empresa en comunidades pequeñas tengan tan poca representación. Si ya las encuestas electorales han sido cuestionadas aquí podemos decir que las datos que dan de la televisión no nos representan. Y es una pena.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
