No crean que presto mucha atención al mensaje navideño de Felipe Borbón. Este año lo ha hecho como en una especie de salón pasillo del palacio de la Zarzuela, en el que se veían encendidas a su espalda, cerca de un centenar de bombillas de esas que se asemejan a las antiguas lámparas de velas y que seguro que gastan más energía que El Sadar en día de niebla. El mensaje con toda su puesta en escena de fotografías y sucesoras, contiene también un prurito de exquisitez que antes o no veía o alguien ha cambiado sutilmente estos años. El plano que recogía al rey tenía un toque arquitectónico como inspirado en Velázquez. Un plano con el parecía se quisiera atrapar la grandeza del personaje en el envoltorio del entorno fabuloso del palacio. Estas navidades he visto muchas felicitaciones navideñas en selfis (palabra que ya podremos escribir sin ningún miedo) o fotos hechas con los móviles. De alguna manera, hay mucha gente que participa en esta manía de aprovechar la Navidad para mandar propuestas que no desea o evita el resto del año. Para quien le guste las caracterizaciones, comentarles que este año El Terrat -que es la productora con la que Andreu Buenafuente hace para Movistar el programa Late motiv-, ha felicitado las Navidades haciendo un vídeo de empresa en el que sale el propio Andreu caracterizado minuciosamente como Juan Carlos Borbón y el actor que también aparece en el programa Late Motiv, Raúl Pérez, clava los gallos de voz y las limitaciones de comunicación que padece Felipe. No creo que se me noten mis aficiones republicanas si digo que los imitadores mejoran la versión imitada. Es tal la cantidad de televisión navideña que se fabrica estos días que al final satura y acaba produciendo dolor de cabeza. La tele en Navidad como los malos cavas y los vinazos, por muy dulces que sean, hay que evitarlos en lo posible. Pero si ustedes pueden ver los discursos reales de Andreu y Muñoz, háganlo: se lo van a pasar muy bien.
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