Euskadi ante la nueva geopolítica mundial
El mundo actual no se compone ya solo de Estados, sino también de nacionalidades o pueblos-nación sin Estado, reafirmados en su identidad con avances competenciales e insertados en el proceso globalizador, junto a grandes corporaciones económicas trasnacionales e instancias políticas supraestatales. Las grandes decisiones estratégicas ya no se adoptan en el marco de negociaciones estatales, sino en la dimensión del derecho internacional privado, donde las actores del comercio mundial dejan de ser los Estados y pasan a ser las empresas. Como ejemplo cabe citar las nuevas rutas marítimas del comercio mundial por contenedores tras la ampliación del Canal de Panamá, factor estratégico que viene fijado por los operadores líderes del sector y no por decisiones gubernamentales.
Atender a esta nueva dinámica de influencia y de poder y ubicarse de forma estratégica a través de una red de personas, de contactos y de relaciones tejidas desde el trabajo constante es clave para posicionar a Euskadi como destino de inversión y de emplazamiento por parte de empresas que deseen proyectar su ámbito de actuación sobre Europa. Todavía no somos conscientes de nuestro potencial en este ámbito, debemos creer en ello y potenciar este valor, clave para resultar atractivos como sociedad y como País.
Tal y como afirma la veterana europeísta Emma Bonino, los Estados se dividen hoy día en dos categorías: los pequeños y los que todavía no son conscientes de que lo son, queriendo así señalar que solo con alianzas estratégicas es posible tratar de gobernar las derivadas de la globalización.
Las pequeñas naciones debemos construir nuestro lugar en el mundo con estrategias bien definidas, con inteligencia, siendo conscientes de nuestra dimensión, tratando de resultar atractivos, suscitando el interés y la confianza de quienes pueden ayudar a consolidar nuestro tejido industrial, base de nuestra riqueza social, nuestra cultura y nuestra identidad. A nivel internacional Portugal es un buen ejemplo: consciente de su reducida dimensión de poder a nivel europeo y mundial ha logrado tejer una red de contactos y de transmisores de opinión e influencia relacional que le ha llevado a ostentar niveles de responsabilidad y de capacidad de negociación muy superiores al de otros Estados de mayor calado.
Euskadi ha tenido siempre una buena diplomacia internacional. Por citar un significativo ejemplo, la trayectoria de Jesús de Galíndez muestra cómo fue posible crear un lobby en torno a la realidad vasca que potencie nuestra dimensión internacional. Hoy día, la bien definida estrategia Basque Country debe dar resultados en esta dirección. Tenemos potentes mimbres para ello, y debemos ser capaces de coordinarnos bien: agentes económicos, políticos y culturales deben aportar la imagen, el prestigio y el trabajo que identifique en el imaginario internacional Euskadi con un lugar, unas gentes, un pueblo, una cultura, una sociedad, unos valores y unas empresas en las que poder confiar.
En el terreno cultural, podemos mostrar como potente tarjeta de visita nuestro modelo de convivencia entre lenguas, exponente de la revitalización lingüística vasca y del euskera como patrimonio a mostrar reflejo de un modelo de sociedad, capaz de evolucionar y modernizarse sin renunciar a sus raíces.
¿Y Europa? Europa representa el ejemplo más evidente de la decadencia del concepto de soberanía estatal absoluta. Pese a las imperfecciones del modelo o andamiaje institucional europeo vigente, éste marca el camino hacia una percepción de soberanías compartidas y de creación de un ‘demos’, de un sujeto y agente político europeo a partir del respeto a la convivencia pacífica e integradora entre los Estados y las naciones sin Estado.
Hay base competencial para fortalecer los derechos de participación de Euskadi en los asuntos de la Unión Europea. Para ello hace falta, como en otros ámbitos, voluntad política, verdadero deseo de trabajo en común entre el Estado, Euskadi y la UE que permita articular así nuevos mecanismos que favorezcan nuestra contribución y nuestra participación en la construcción europea.