Tiene guasa y agudo sentido del humor, llamar a tres mujeres hechas y derechas Princesitas en un modo diminutivo que mueve al cachondeo y expresión chusca en un programa de televisión que se ha instalado como garrapata en corderil lana ovejuna. Tres juveniles bellezas que responden a los nombres de Rim, Yiya, Marta y que son objetivo amoroso-sexual de una recua de salidos pretendientes que lo que quieren es pillar cacho y llevarse al catre a las princesitas del relato televisivo de Cuatro, del grupo Mediaset. ¡Qué fue de aquella cadena propiedad del Grupo Prisa y que buscaba desesperadamente un estilo y dignidad en el panorama de las carpetovetónicas televisiones del lugar!
Los nuevos dueños de esta cadena saben que Cuatro debe cabalgar en paralelo a Telecinco y por ello Luján Argüelles y sus tropas masculinas y femeninas responden a este cutrerismo bien vestido que llena las noches de los lunes con Un príncipe para tres princesas.
En la televisiva Villa de las Princesas cohabitan un puñado de machotes que pelean por el amor y la entrega de una de los tres cebos que agitan el cotarro con sonrisas insinuantes, carcajadas histéricas de deseo y ganas de ligar y alzarse con el santo y seña de una competición que le viene como anillo al dedo a la desaprovechada Luján, que lee con delicia y extrema facilidad textos de los guionistas del embrollo amoroso que se remata con la presencia de tres asesores (amiga, tía y amigo) que completan las sencillas tramas de tres mujercitas en busca del amor. Excelente casting donde se ha seleccionado una galería de tipos más propios de la psiquiatría que de la normalidad juvenil, y que va de bombero a árbitro.
El programa es un reality grabado y montado con habilidad y ritmo en un ejercicio ritual de apareamiento y ligoteo audiovisual con sus idas y venidas que le dan vidilla al programa que se deja ver con facilidad, que de eso se trata.