La ridícula competición entre cadenas por ver quién daba la campanada con las campanadas de fin de año ha quedado en una estúpida situación entre presentadoras y atuendos, que terminará, tiempo al tiempo, en pelota picada ante las cámaras en el arranque de un nuevo año, visto lo visto y andado lo andado en la pasada Nochevieja. Dos cadenas pugnaron en sus segundas opciones por enfrentar el desnudo de la Pedroche con el acelerados striptease de la cuadrilla divinity.
Una vez más la potencia manipuladora de la tele se muestra eficaz cuando se trata de distraer el punto central de la narración y entretenernos con un tema menor como es el de las transparencias de encantadoras ninfas mediáticas. La divina y frescachona Pedroche, todo risa-risotada ha querido superar su modelito del pasado año y se ha marcado un pase transparente que me ha recordado la pieza de encaje que tiene mi amama en el aparador del comedor. La nena ha dado un paso más, arriesgándolo casi todo, a la espera de la última actuación, que puede ser en pelota picada como Adán y Eva en el paraíso de la tele.
Uno no entiende esta competición prostituyente del papel de profesionales ante las cámaras que se banaliza, desvirtúa y echando a perder la dignidad comunicadora que se debe tener ante este potente medio de acción social. Las campanadas se han convertido en un circo, desde la capa del García y el embutido vestido sangre de su compañera hasta las mamarrachadas de cuatro presentadores o así, que decidieron desnudar sus anatomías y lucir rojo/rojo en sus prendas interiores. A falta de torpeza en el canto de las campanadas, por fin todos han aprendido la mecánica, nos entretuvieron con el numerito de fuera ropa o todo trasparente a cien. Cosas de la comunicación televisiva amplificadora de lo que se haga ante los ojos de las cámaras, capaces de desnudar cuerpos y almas.