Nosotros, a lo nuestro
Hasta aquí hemos llegado, con las urnas esperando nuestro voto después de una campaña en la que apenas hemos existido. Las elecciones generales, históricamente, han resultado distantes para la movilización del voto de la ciudadanía vasca tanto en Nafarroa como en la CAV. Pero en esta ocasión ha sido más evidente, porque la aparición de los llamados partidos emergentes ha acaparado la atención de los todos medios hegemónicos, especialmente los audiovisuales. Casi podría decirse que no solo Euskal Herria y sus problemas han pasado desapercibidos, sino que lo mismo ha ocurrido con Catalunya y con cualquier asunto periférico ajeno a esa contienda a cuatro en la que se ha centrado la atención mediática.
Las elecciones generales, cierto, tienen como objetivo hacerse con el poder del Estado, sumar votos para gobernar eso que denominan España y, se supone, aportar las soluciones adecuadas a las preocupaciones principales de la sociedad española. Para ello, las formaciones políticas que aspiran a esa meta han venido explicando sus programas. Bueno, lo han explicado más o menos, porque buena parte de su tiempo de campaña la han dedicado a los reproches mutuos, a la gresca y a la descalificación del adversario.
Lo que realmente hemos constatado es que ni en sus programas, ni en sus discursos, ni en sus altercados, apenas ha habido alusión alguna a lo que preocupa en la sociedad vasca. Se ha hablado del desempleo, por supuesto, pero en general, más de cifras y reproches que de soluciones, sin aludir ni de paso a las causas por las que el paro sea menos escandaloso en Hego Euskal Herria. No se ha hablado de ETA, y menos mal; pero esa ausencia en los discursos de campaña confirma que durante décadas el terrorismo ha sido una mina de votos para los partidos centralistas. Para nada ninguno de los cuatro magníficos -Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera- se han molestado en proyectar iniciativas políticas para consolidar nuestro autogobierno. Peor aún, ya es conocido el afán recentralizador del PP, Ciudadanos ha dejado caer una perturbadora ofensiva contra el Concierto vasco y el Convenio navarro. Y en el lado menos malo, la campaña de Pedro Sánchez no ha aclarado nada de su incierta propuesta federal, mientras que Podemos mantiene su respeto al derecho a decidir pero dejando claro que defenderán la España Una de siempre.
Visto lo visto, y salga hoy de las urnas lo que salga, está claro que nadie va a sacarnos las castañas del fuego. Ninguno de los cuatro candidatos nos ha dado a entender que tengan una agenda especial para Hego Euskal Herria, quizá porque aquí se va a repetir la excepción clamorosa de que los resultados electorales van en dirección muy distinta. No nos queda otra que defendernos por nosotros mismos, y para ello hay que lograr la máxima presencia de electos vascos en las Cortes españolas. Electos, por cierto, que tengan voz propia y no se vean diluidos en sus grandes grupos como ocurre con los electos de PSE, PSN y PP -habrá que pensar mal, según se ha podido comprobar, e incluir en ese anonimato a los de Podemos y Ciudadanos-, o lo que es peor, se entreguen a cambio de nada al gran PP como lo ha venido haciendo UPN.
Hay que sumar la mayor presencia abertzale posible en Madrid, ahora que los representantes de la izquierda abertzale han decidido trabajar en unas instituciones que nos son ajenas, pero en las que tienen que escucharnos. La experiencia ha constatado que nuestros representantes pueden llegar a ser imprescindibles para consolidar a los que ostentan el poder español, y no hay que desaprovechar ninguna oportunidad para las contrapartidas favorables.
Pero, siendo realistas, ninguna de las quinielas nos son propicias. A partir de mañana, seguro, la incertidumbre de quién va a ganar se va a convertir en incertidumbre de con quién va a pactar. Y de esos pactos se va a deducir la mayor o menos dificultad, las posibilidades reales, para afrontar nuestras soluciones.
Hay que tener en cuenta, primero, cuáles son los asuntos que más nos urgen y aplicar las soluciones posibles. Como más urgentes, el paro, la política social y la recuperación económica. Y en la aplicación de soluciones, la defensa del Concierto y el Convenio, nuestros derechos históricos, con uñas y dientes, exigiendo en su caso la renovación del acuerdo sobre el Cupo y dedicando nuestros recursos propios a la consolidación de nuestro sistema de protección social, al relanzamiento de nuestra economía, al desarrollo y la innovación. Nos valemos por nosotros mismos para resolverlo.
Hay que afrontar el paso a un nuevo estatus jurídico político de forma que nuestro autogobierno se base en el reconocimiento de que somos una nación y debe reconocerse nuestro derecho a decidir. Por supuesto, no será fácil y habrá quien desde aquí opte por el acuerdo y la negociación, y quien apueste por la confrontación democrática.
La apuesta por la consolidación definitiva del proceso de paz es también asunto a resolver por nosotros mismos, pero resulta imposible sin el compromiso negociador del Gobierno español y la decisión final de ETA. Y para ello hay que reconocer que la configuración del Gobierno central es clave: PP-Ciudadanos no lo pondría fácil y habría que priorizar la presión. PSOE-Podemos haría posible un proceso de negociación. Tanto para un escenario como para otro, seremos nosotros, nuestros representantes, quienes se remanguen para ponerse manos a la obra.