ahora sí, ahora ya ha llegado Navidad a las teles de nuestro mando a distancia, que dicta querencias y desapegos de las cosas que ellos y ellas nos presentan diariamente, durante veinticuatro horas continuadas en un ejercicio de producción sin límite y así hasta el fin del mundo por obra y gracia del cambio climático que los mandamases quieren atajar pero sus egoísmos nacionales no se lo permiten. Los planificadores de reclamos en la secuencia narrativa televisiva ya han cargado pilas para ofrecen miles de anuncios que huelen a Navidad, que se mostrarán impúdicos en los próximos treinta días y que buscan ofrecer, vender, convencer al consumidor bonachón de que es tiempo de gastarse unas perrillas por encima de los ajustados presupuestos familiares y que es momento de comprar una colonia, perfume, loción embriagadora para alimentar nuestro insaciable ego, que no solo se perfuma, sino que ataca las ofertas alimenticias como auténtico cosaco de las estepas del ancho mundo de las grandes superficies vendedoras que echan el resto de promociones, regalos y ofertones en estas calendas de amor, deseo de felicidad y prosperidad. Estamos cercados por la Navidad como vulgares rostros pálidos rodeados por las múltiples propuestas de gasto, consumo y desatino. Y de esta situación de corchos flotantes en la marea de la continua venta de todo tipo de productos, no nos salva ni el séptimo de caballería que viniese en uestro auxilio.Esto de la continua compra/venta refleja el signo de los tiempos económicos que nos han tocado vivir y la tele es eximia colaboradora, escenario iluminado y escaparate glamouroso donde bullen atractivas tentaciones de brillo y luz. Y en esta coyuntura, resistir es vivir, más bien sobrevivir, porque en la lejanía ya se atisban las rebajas de enero. Todo esto es invento loco de la contemporaneidad.
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