la historia vuelve a repetirse para recordarnos que el hombre es el único animal que tropieza dos veces y que los errores cometidos en el pasado por una falta de estrategia, de decisión y audacia pasan factura al cabo del tiempo con unas consecuencias irreparables. Cuando la toma de decisiones de una empresa se encuentra fuera de Euskadi, la respuesta de la matriz ante cualquier contingencia inesperada que afecte de manera importante a su cuenta de resultados es cerrar o vender sus filiales por mucho que tengan futuro y cuenten con las instalaciones más eficientes del sector.
Sucedió con el Grupo Alfonso Gallardo en el año 2013, cuando el empresario extremeño cerró Corrugados Azpeitia, tras varios meses de conflicto, dejando en la calle a 300 trabajadores, con todo el efecto que ello ha supuesto en una comarca como la del Urola, y la sensación de una mala gestión e impotencia por parte del Gobierno Vasco, liderado entonces por el socialista Patxi López, que sobrepasado por los acontecimientos no supo buscar una alternativa al cierre. En aquella operación los vascos perdimos cinco millones de euros que el Gobierno Vasco inyectó a Gallardo como crédito participativo a cambio de mantener activa la fábrica.
Las intenciones de Gallardo, sobre el que recaía una deuda de 950 millones de euros como consecuencia de la bajada de la demanda de acero para la construcción, debido al estallido de la burbuja inmobiliaria, no eran nuevas, ya que dos antes del cierre, en 2011 trató de vender la planta de Azpeitia, curiosamente, al grupo brasileño CSN.
Una operación que se frustró por acusaciones mutuas de incumplimiento de contrato y que dio origen a una política de despidos como respuesta a la falta de una estrategia empresarial para levantar la empresa y la desaparición del propietario que no daba señales a los requerimientos hechos desde las instituciones y los trabajadores, al estar más preocupado por mantener la acería de Jerez de los Caballeros (Badajoz) o la de Getafe (Madrid) que de buscar una salida a las instalaciones guipuzcoanas, a pesar de ser más competitivas y estar próximas a un puerto.
La frustración colectiva que supuso el cierre de Corrugados Azpeitia como consecuencia de la toma de decisiones de un empresario ubicado a 800 kilómetros de distancia y más preocupado por replegarse en aquello que le era más cercano y, por lo tanto, le generaba más compromiso, ha sido la imagen que ha vuelto a sobrevolar cuando se ha conocido la decisión de la multinacional Gerdau de poner a la venta su filial Sidenor, que cuenta con tres plantas productivas en Euskadi, en Basauri, Azkoitia y Vitoria y otras instalaciones menores en Legazpi, Soraluze y Legutiano con una plantilla total de 1.500 trabajadores. A estos centros hay que añadir una acería en Reinosa con 750 trabajadores y otras plantas en Barcelona, Valencia y Guadalajara que suman en conjunto unos 200 empleados.
La preocupación no es baladí si se conocen las dificultades que existen en la gestión de una empresa cuando la toma de decisiones está lejos de su ámbito -en el caso de Sidenor a 10.000 kilómetros de distancia y en otro continente-, y las órdenes de actuación, tras los correspondientes análisis, en donde los diferentes intereses entre la matriz y la filial juegan un papel muy importante, llegan tan tarde que cuando se quiere aplicarlas ya ha pasado el momento de la oportunidad, en el mejor de los casos, o no se transmiten, sencillamente, porque el propietario no está sobre el terreno.
A este funcionamiento generalizado de las multinacionales hay que añadir, como es el caso de Gerdau, la situación de recesión económica que vive Brasil donde el mercado del acero ha caído a la mitad a lo que hay que añadir la bajada de los precios de las materias primas que están repercutiendo negativamente en la venta del producto final en stock. También hay que tener en cuenta la importante sobrecapacidad de producción mundial de acero existente que tiene como origen la ralentización de la economía china que hace que importantes producciones de aceros inunden los mercados arrastrando los precios a la baja. Como consecuencia de esta situación, Gerdau ha visto caer sus beneficios casi un 32% en el segundo trimestre, a lo que hay que sumar un elevado nivel de endeudamiento de unos 19.000 millones de reales (4.300 millones de euros) con el agravante de que la mayor parte está en moneda extranjera.
De ahí la necesidad que tiene Gerdau de vender activos como es el caso de una planta en Estados Unidos en donde participaba en una joint-venture con un socio local y de conseguir liquidez con Sidenor, teniendo en cuenta que el 60% de su producción tiene como destino el mercado del automóvil europeo que está en crecimiento, el 15% se destina al sector de de las energías renovables y un 10% en el segmento de oil/gas, fundamentalmente, plataformas de extracción de petróleo y gas.
La cuota de Sidenor en el atomizado mercado europeo de los aceros especiales es del 6% y compite con unos fabricantes que el que más tiene llega al 8%, lo que quiere decir que su adquisición por parte de algunos de ellos, como la alemana GMH o la francesa Ascometal, colocarían al comprador como líder del sector, a la par que se haría con el mercado del sur de Europa que controla la compañía vasca.
La necesidad de ganar tamaño para liderar el mercado es lo que ha provocado la filtración a un periódico de la región francesa de Lorraine -donde curiosamente Ascometal tiene dos plantas con 1.740 trabajadores-, de la decisión de Gerdau de poner en venta Sidenor, tras conocer las gestiones del Banco Santander entre los competidores para saber su posible disposición a una futura adquisición. Curiosamente, Gerdau-Sidenor, que pujó el año pasado por Ascometal, que se hallaba en concurso de acreedores, salió derrotada del litigio por la intervención del Gobierno francés que apoyó la oferta de Sparkling Industrie, una sociedad instrumental formada por un antiguo directivo de Arcelor y un exalto funcionario del Ministerio de Inmigración galo, con el fin de evitar que la compañía cayera en manos extranjeras, a pesar de que la oferta vasca era la mejor, porque con esta operación se situaba de manera directa en el corazón de Europa.
Esta filtración está relacionada con la intención de eliminar a un competidor para que el próximo mes de enero, cuando se negocian los pedidos de los clientes, poder repartirse mejor el mercado y poder fijar al alza los precios, pone en evidencia hasta qué punto las plantas de Sidenor son estratégicas para Euskadi. No solo por la importante posición que tienen en el mercado europeo en un sector como es el de automoción en continuo crecimiento, sino también por la estrecha relación que esta compañía tiene en el sector de automoción y de máquina-herramienta que son claves en el tejido industrial vasco.
Por ello y teniendo en cuenta la experiencia de Gallardo con Corrugados Azpeitia bueno será que desde el sector público se hagan las gestiones pertinentes para encontrar y apoyar a los inversores y recursos financieros necesarios que hagan posible que Sidenor -que hace diez años estaba en manos vascas-, vuelva a tener su centro de decisión en este país y evitar que caiga de nuevo en poder de una multinaciona,l con las consecuencias negativas que estamos viendo, o sea adquirida por un fabricante europeo con lo que el cierre está asegurado, ya que el acero es una mercancía se transporta mal.
A pesar de que la siderurgia es un sector maduro, sin embargo la planta que tiene Sidenor en Basauri es un referente no solo por la modernidad de sus instalaciones, sino porque tiene un departamento de I+D que da un mayor valor añadido a la competitividad de la empresa, hasta el punto de que es generador de conocimiento para todo el grupo Gerdau y, en este momento, para sus fábricas en India.
Si en este país se hubieran puesto en funcionamiento fondos financieros al uso para su inversión en la industria, al margen de los ya existentes que tienen un carácter estratégico y están dirigidos a las grandes empresas tractoras, probablemente, las dificultades para conseguir los cerca de 175 millones de euros que es el valor actual de Sidenor en libros, a los que ha que descontar una deuda de 60 millones, necesarios para su adquisición podrían ser perfectamente soslayables. Los plazos se agotan y la decisión debe estar tomada antes del mes de enero para que Sidenor deje de ser una empresa en venta a ser una compañía a plena actividad y con un gran futuro.