De acuerdo a las declaraciones del presidente de Sortu, Hasier Arraiz, y así ha sido publicado con profusión por los medios, se va a abrir en ese partido un periodo de reflexión interna “para fortalecer y hacer más eficaz” la estrategia asumida en Zutik Euskal Herria, especie de documento fundacional de la nueva apuesta política de la izquierda abertzale.

El solo anuncio de este debate interno ha desatado especulaciones, más o menos interesadas, que dibujan escenarios de crisis o intrigas en el partido que sustenta EH Bildu. Y es que sobre los movimientos internos en la izquierda abertzale siempre se ha desplegado un velo de oscurantismo que obliga muchas veces a interpretar signos, a descifrar palabras o a especular intenciones. Añádanse a estas incógnitas las públicas críticas a la línea política de Sortu dirigidas desde espacios discrepantes presentes en la red, explicitadas por Ibil, ATA, Eusko Ekintza y demás colectivos más o menos organizados.

Es cierto que Sortu va a poner en marcha ese proceso interno de reflexión para adecuar su oferta política y organizativa, porque, como reconocen altos responsables del partido, el congreso constituyente no se llevó a cabo en las debidas condiciones por la premura de poner el partido en circulación. Las prisas provocaron lagunas organizativas que, con el paso del tiempo, han puesto en evidencia líneas de actuación equivocadas.

Esos errores de salida obligan a Sortu a resituar sus coordenadas ideológicas, tanto en lo referente al proceso de paz como a su propia realidad de partido de izquierda socialista en el contexto europeo.

La reflexión interna respecto al proceso de resolución del conflicto, según reconocen dirigentes de Sortu, concluiría en la necesidad del cierre definitivo de una etapa y la decisión de un Zutik Euskal Herria 2. Esta adecuación a los tiempos supondría confiar en la irrupción de nuevos escenarios en el Estado español a partir de las elecciones generales de diciembre, así como a centrar las expectativas en el proceso catalán.

En esta reflexión interna, los responsables de Sortu reconocen los déficits en su modelo organizativo y ven necesario readecuar la estructura interna y su funcionamiento. Como adelantó Arraiz, se trataría de funcionar de manera más horizontal, suponiendo que ello lograría una mayor agilidad y más democracia en la toma de decisiones. Quizá sea demasiado suponer, teniendo en cuenta que ampliar los participantes en el debate con frecuencia dilata y difumina en exceso esas decisiones.

Está también en el centro del debate el propio funcionamiento interno, al que se ha achacado falta de transparencia y accesibilidad, lo que obligará a abrir las estructuras al conocimiento y participación de las bases.

Niega categóricamente la dirección de Sortu que estas reflexiones tengan nada que ver con los flojos resultados electorales de mayo, que pusieron en evidencia que la acumulación de fuerzas en torno a la izquierda independentista no es lineal y puede sufrir altibajos que deben asumirse con la adecuada autocrítica. En esa línea optimista, apelan a los resultados en Nafarroa y al papel clave de la izquierda abertzale en el cambio de progreso deseado por la mayoría de la sociedad navarra.

También minimizan la presión de algunas disidencias -que consideran “externas” a Sortu-, ya que provienen de personas que desde el primer momento manifestaron sus diferencias con el cambio de estrategia de la izquierda abertzale. Los califican de “pequeños grupos” que no suponen ningún problema para Sortu, “con un discurso irreal y utópico” que en definitiva perjudica a los presos y a sus familias.

Lo hasta ahora expuesto es el punto de vista de quienes hasta este momento lideran Sortu, a quienes hay que atribuir el mérito de haber llevado adelante el cambio estratégico de una izquierda abertzale hasta entonces supeditada a la dictadura de ETA. En cualquier caso, su evolución desde aquel 7 de febrero de 2011 con la presentación en el Euskalduna ha evidenciado las enormes dificultades que supone pasar de la resistencia a la gestión, los lógicos inconvenientes de aceptar la legalidad desde la ilegalidad y el riesgo de darle una ciaboga radical a cinco décadas de historia.

Las prisas, como reconocen ahora los dirigentes de Sortu, suelen ser malas consejeras y lo que procede es rectificar sobre lo rectificado. Habrá que esperar y comprobar si los nuevos modos de funcionamiento expuestos en el debate son o no más ágiles y más democráticos. Habrá que esperar y comprobar si en el previsible cambio de gobierno tras las elecciones de diciembre o la evolución de la apuesta catalana encajan las conclusiones del debate interno de Sortu.

Queda por resolver el que quizá constituye el mayor problema de la izquierda abertzale: su soledad. Y es que, mientras no resuelva la asignatura pendiente que le exige la práctica totalidad de fuerzas políticas, va a serle muy difícil ser aceptada como compañera estable de viaje. Se trata de asumir con claridad su pasado. Cosa que, de momento, no parece formar parte del debate.

La evolución de Sortu desde 2011 ha evidenciado las enormes dificultades de pasar de la resistencia a la gestión

Queda por resolver su quizá mayor problema, su soledad; mientras no asuma su pasado, le será difícil ser aceptado como compañero estable de viaje