Estoy impresionado con la calidad de las cámaras del encierro de Pamplona en los últimos años. Una fotografía de alta calidad que recoge miles de detalles al mismo tiempo y con una precisión como de documental del National Geographic. Y es esta apuesta por la imagen la que me gusta de los encierros. Hoy nadie se lo cree, pero hubo años en los que, los que corríamos el encierro, nos ocultábamos de ser grabados, algunos elegíamos el tramo en función de que no hubiera cámaras cerca y las que te grababan lo hicieran de lejos o por la espalda. En casa siempre te perdonaban que estuvieras toda la noche de juerga pero eso de correr el encierro era ya una temeridad imperdonable. Los primeros encierros que se retransmitieron eran montajesque alargaban hasta lo imposible los planos de las cámaras. Giraban sobre sí mismas y luego tomaban un contraplano todavía más largo. Hoy, la cámara en tirolina de TVE hace esa misma función. La idea es que el espectador sea testigo constante de la carrera que los corredores mantienen con los toros. Un invento con el que nadie pasa desapercibido. Javier Solano y Elena Sánchez son el contrapunto necesario frente a este poderío visual. Un mano a mano diario de la voz que hace más humana la fuerza de la imagen que aspira a captarlo todo. Pero ya no hay ángulos muertos en los que uno pueda sentir el momento mágico de soledad que también eso es el encierro.
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