Cuatro abrió la segunda temporada de La caja con la famosa monja contestataria y comprometida Lucía Caram que supo mantener el ritmo de unas intervenciones bien guionizadas y puestas en escena, que dieron colorido y brillo a un programa lleno de personajes y ambientes singulares. Contraponer el hacer caritativo, generoso y solidario con escenarios de glamour y lujo donde una botella de champán cuesta 600 euros y un bolso de marca 6.000, es buena fórmula para reflejar dos mundos en las antípodas. La monja Caram entendió lo que pedía el guion y supo construir un viaje por el lujo y la locura de comprar frente a su Banco de alimentos donde no llega la leche para los niños necesitados o la comida para los parias del mundo. Las apariencias del bien y buen vivir en hoteles, ropas, zapatos, restaurantes, vinotecas, etc. frente al mundo de la miseria, necesidad y pobreza. Ernesto Sáenz de Buruaga, príncipe de los comunicadores adictos al poder ha pasado a engrosar las listas del paro. No ha aguantado ni media docena de asaltos con la audiencia y ha caído derrotado en la lona mediática en medio de una tormenta de escándalo y acusaciones escandalosas por los dineros que se movían en torno a un programa encorsetado, aparentemente fresco y trufado de glorioso gubernamentalismo. La línea Barbie ya no funciona y se necesitan Wyomings o Ferreras para incendiar las cifras de audiencia. Una vez más Ernesto se ha columpiado y mostrado un modus operandi alejado de los deseos de la audiencia, eliminadora prematura de su presencia en antena. Y todo ello aderezado con el escándalo de los euros que cobraba el presentador, 3.000 por aparición y 60.000 del ala para su productora. Un nuevo resbalón para TVE que toca teclas pero no acaba de dar con una sintonía de éxito con los televidentes. Y hablando de la cadena pública estatal, seguimos sin comprender por qué se emitió la corrida de toros con El Juli enfrentado a seis bureles y con fines solidarios como obscura justificación. Errática programación que invade horario infantil con las consecuentes protestas y quejas.