Una ciaboga laboriosa
anadie debería extrañar que fuera complicada la evolución del MLNV hacia una fuerza política homologable en el ámbito democrático convencional. La dinámica seguida por la izquierda abertzale durante cuatro décadas ha estado excesivamente basada en la resistencia, el contrapoder, el maximalismo y la utopía, opciones estratégicas a las que no ha habido más remedio que renunciar para asumir la legalidad vigente, esa imposición a la que antes solo cabía transgredir.
Es este baño de realismo el que obliga a los máximos responsables de la actual izquierda abertzale -léase Sortu- a llevar a cabo una reiterada labor pedagógica que oriente a sus bases hacia los objetivos prácticos a alcanzar, objetivos que poco tienen que ver con aquellos principios supuestamente irrenunciables tantas veces proclamados en panfletos, pancartas y mítines.
En esa labor pedagógica parece haberse basado el reciente documento dado a conocer el pasado domingo por EH Bildu, esa denominada Vía Vasca para la normalización y la culminación del proceso de paz. Un documento que ni añade, ni concreta, ni descubre nada nuevo a anteriores aportaciones de la propia izquierda abertzale, del Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK) o del Gobierno Vasco. Pero, ya de paso, con la presentación pública y solemne del documento en plena agitación de precampaña, EH Bildu aprovecha un espacio de protagonismo que puede considerar rentable electoralmente.
No hace falta más que recurrir a la hemeroteca, o a la memoria, para comprobar que las propuestas que configuran esa Vía Vasca no van más allá de lo ya propuesto -y aceptado- desde el momento en que fue evidente la actitud absolutamente inmovilista y entorpecedora del Gobierno español para cerrar el ciclo de la confrontación. Podemos repasar las supuestas claves novedosas de la vía presentada como primicia.
Que todas las víctimas reciban reconocimiento, reparación y garantía de no repetición es algo ya planteado en la Ponencia de Paz del Parlamento Vasco y defendido en numerosos foros e instituciones, y es recurrente el debate sobre la no diferenciación por el origen de su carácter de víctimas. Que se proponga una Comisión de la Verdad para impulsar la solución es poco más que cuestión semántica o estética.
En relación a la política penitenciaria, la reinserción planteada por cauces legales, su aplicación individualizada y la excarcelación condicional reconociendo el daño causado estaba ya todo ello plasmado en el documento hecho público por el EPPK el 28 de diciembre de 2013 y concretado en el programa Hitzeman de la Secretaría de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco.
En cuanto al desarme, propone crear una comisión independiente en la que participen facilitadores y verificadores internacionales, y otorga un papel activo a los gobiernos de la CAV y de Nafarroa así como a una genérica participación a los partidos y agentes sociales vascos. Apenas ninguna diferencia con el Plan de Desarme propuesto por el Gobierno Vasco en diciembre de 2014, que fue calificado de “inoportuno” por la izquierda abertzale. En este punto, no cabría otra interpretación que un interés de protagonismo obviando iniciativas similares ajenas. La apelación en este contexto a la retirada de las fuerzas de seguridad del Estado es mensaje de consumo interno que sigue sin superar el carácter simbólico del “que se vayan”.
En fin, que los planteamientos expuestos en el documento no aportan nada nuevo, si no se precisan fechas ni mayores concreciones sobre un tema de tanta trascendencia. Hay que deducir que lo que EH Bildu ha pretendido es marcarse un tanto en el vacío respecto al proceso de pacificación y eludir de nuevo cualquier aportación a las iniciativas institucionales ya en curso.
Hay que deducir también que EH Bildu ha aprovechado el impulso electoral que pudiera aportarle esta irrupción aparentemente novedosa y, sobre todo, añadir una nueva remada a la complicada ciaboga que ayude virar al trasatlántico. En consonancia con el nuevo tiempo al que tanto alude, la dirección de la izquierda abertzale reitera la pedagogía para que sus bases acepten sin reservas las nuevas estrategias en temas que en el tiempo anterior eran intocables.
Para los que entre sus filas siguen cerrando los ojos y los puños, es necesario volver a transmitir que los presos no van a salir a la calle por la pura presión popular, que no va a lograrse ninguna amnistía, y que deberán pasar por el aro de la legalidad vigente y cumplir todos los requisitos para su libertad condicional.
Para los nostálgicos que aún añoran a ETA y creen que debería mantener la fuerza disuasoria de las armas, hay que repetirles y convencerles de que se acabó, que mantener sus arsenales o la chatarra de la que aún puedan disponer no tiene ningún sentido y es un obstáculo intolerable para el progreso político de la izquierda abertzale.
Por último, para que conste a los arrogantes que no están dispuestos a revisar su pasado ni aceptar haber cometido errores, el documento de EH Bildu avanza un paso en la necesidad de autocrítica. Aunque los autores del documento no han pestañeado al apropiarse del plan Ibarretxe como punto de partida, sin decir una palabra del rechazo rotundo y apoyo táctico a medias para su aprobación en 2004.