Deslocalizaciones
cuando el último muro que todavía dividía a los pueblos de dos países ese acaba de derruir y la apertura de relaciones oficiales entre Estados Unidos y Cuba hace un mundo cada vez más global e intercomunicado al desaparecer los bloqueos y las exclusiones, resulta que, en este país nuestro que puede ser atravesado de un lado a otro en avión en tan solo unos minutos, a los planes de Fagor CNA Group de trasladar la producción de Edesa de la planta de Basauri a la de Bergara, distantes entre si 53 kilómetros en coche, algunos lo llaman deslocalización.
Hasta ahora la deslocalización industrial estaba relacionada con el movimiento que realizan las empresas de trasladar sus plantas y centros de trabajo de los países desarrollados a aquellos con unos menores costes de producción y de mano de obra y que presentan unas economías emergentes. Curiosamente, es eso lo que va a hacer el grupo italiano Candy que ha decidido trasladar la producción de lavadoras de la planta de Bergara a China, sin ninguna otra razón que la reducción de los costes productivos, ya que la fábrica guipuzcoana es rentable y competitiva, según estima el departamento de Desarrollo Económico y los sindicatos, a partir de la documentación entregada por la propia empresa, tras el anuncio del cierre de las instalaciones que va a dejar en la calle a 150 trabajadores.
Que yo sepa Bergara no forma parte de la República Popular de China, ni sus habitantes son hindúes, vietnamitas o pakistaníes, ni tampoco hablan polaco, rumano o árabe, por situarnos un poco más de cerca de esta localidad de Debagoiena. Que yo sepa la histórica villa de Bergara, sede del Real Seminario, una institución de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, que se convirtió en foco de la Ilustración en el siglo XVIII y donde se descubrió el wolframio, esta situada en un país llamado Euskadi, para unos, o Euskal Herria, para otros, que no tiene nada que ver con la producción low cost de los países asiáticos ni con aquellos situados en la Europa del Este.
Afirmar como lo ha hecho el diputado general del territorio al oeste del Deba, ?léase Bizkaia-?, José Luis Bilbao, de que si Fagor CNA Group decide trasladar la producción de termos de la planta de Edesa en Basauri a la de Bergara, donde fabrica calentadores de gas, sería una deslocalización es sencillamente no saber de lo que se está hablando y tener una idea de país que pivota, única y exclusivamente, sobre su territorio con claras muestras de exclusión a lo que es ajeno a sus intereses.
Los argumentos que ha ofrecido Fagor CNA Group para justificar el traslado de la producción de los termos de Basauri a Gipuzkoa parece que tienen toda la lógica y la sensatez del mundo si se tiene en cuenta que las actuales instalaciones de Edesa, al margen de las inversiones que hay que realizar para su acondicionamiento, están sobredimensionadas para la producción que se va a llevar a cabo, ya que el catálogo de productos que existía con la cooperativa va a sufrir una reducción.
Si a esto añadimos que el alquiler de los pabellones de Basauri, en este momento propiedad de los bancos acreedores de Fagor Electrodomésticos, es a un año y en precario, conforme a lo estipulado en la adjudicación del concurso de la quebrada, con la incertidumbre de que se desconoce quien va adquirir esos pabellones y que intenciones tiene con ellos, lo normal es que el fabricante elija ubicaciones que le garanticen una continuidad.
Y todo esto en una situación en la que en el mes de marzo Fagor CNA Group se hará con el 50% restante de Geyser-Gastech de Bergara, ahora propiedad de la alemana Vaillant y que constituyó en su tiempo una join-venture con Fagor Electrodomésticos, con lo que dispondrá de más líneas de producción, a lo que hay que añadir las posibilidades que ofrece la planta de Garagartza, que con una readecuación de sus instalaciones podría ubicar la producción de termos.
Si el modelo que defiende José Luis Bilbao se hubiera aplicado hace 20 años con toda seguridad se puede afirmar que la sede de la operadora de telecomunicaciones vasca Euskaltel no estaría en Bizkaia, sino, probablemente en Gipuzkoa, porque la diputación, a la sazón presidida por el diputado general Román Sudupe, estaba dispuesta a hacer lo indecible para que la compañía se ubicara en este territorio. Sin embargo, desde las instituciones comunes de este país se decidió que, a pesar del gran interés de la diputación guipuzcoana, probablemente, presionada por el gran peso que las empresas TIC tienen en el territorio, la sede de Euskaltel se ubicara en territorio vizcaino y no guipuzcoano.
Cuando se habla de la cuestión algunos exdirectivos de Euskaltel han llegado a decir que a fecha de hoy, poner en marcha una compañía de este tipo en este país con todo lo que significó de afrenta para Telefónica y todas las presiones políticas que hubo por parte de Madrid para hacer fracasar el proyecto, hubiera sido imposible, precisamente, por esa falta de cohesión interna que parece existir y que en el pasado nos sirvió para hacer frente a los importantes envites foráneos que se produjeron.
Eran tiempos en que todas las iniciativas se planteaban y se llevaban a cabo desde una visión de país en donde los territorios funcionaban desde la perspectiva de suma para alcanzar objetivos comunes que beneficiaban al conjunto de los vascos sin importar el lugar donde residieran. Por eso, las instituciones comunes vascas están en Araba y las grandes empresas públicas se encuentran en Bizkaia, mientras que en Gipuzkoa se instalaban las entidades culturales con EITB a la cabeza y que, con el tiempo, también migró para Bilbao. Ese era el modelo que nació con la democracia y que perseguía un desarrollo sostenible en los tres territorios y que, hasta ahora, parece que nos ha ido bien. El problema es cuando se fomentan los localismos y se pierde la visión conjunta por la que un país de desarrolla y progresa. l