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Agoniza el Régimen? por fin

tan cerca, pero a la vez tan lejos, no suele ser frecuente que desde la Comunidad Autónoma Vasca se conozcan a fondo y se entiendan los entresijos de la política navarra. Más allá de los tópicos históricos del navarrerismo montaraz de UPN, del servilismo atenazado del PSN y de la cuasi marginalidad abertzale, apenas son conocidos -y solo de nombre- unos pocos protagonistas como Sanz, Barcina, Del Burgo, Urralburu, Zabaleta, Barkos o Alli, buena parte de ellos ya en la historia. Con banda sonora sanferminera suenan -solo suenan- la corrupción, la ikurriña proscrita, la clarecía opusdeísta, la herencia caciquil, la Sakana irredenta, el compadreo foral y español, una cierta calidad de vida, el Oinez y el que vienen los vascos.

Muchos desconocen que en Nafarroa está a punto de caer un Régimen, con mayúsculas, que ha campado a sus anchas durante dos décadas largas. Un Régimen sostenido en el clientelismo, en las redes de poder tejidas por unas elites de intocables que han mangoneado un territorio con recursos naturales y técnicos suficientes y con una iniciativa empresarial activa. El Régimen que, por fin, se tambalea, ha sido acaudillado por Unión del Pueblo Navarro, aquel partido que fundara en 1976 Jesús Aizpún en defensa del régimen foral de una Navarra diferenciada que derivó muy pronto en obsesión antivasca.

UPN ha pasado por diversas vicisitudes durante todos estos años, pero lo cierto es que ha sido un partido férreamente controlado por sus sucesivos dirigentes y que ha gobernado con cierta placidez gracias al apoyo de un PSN marchito tras las trapacerías de Urralburu y su pandilla, y maniatado por su subordinación a Ferraz. Pero llegó la crisis, y con ella la constatación de que UPN es incapaz de sacar adelante una comunidad ahora con severos problemas económicos, laborales y sociales y con el PIB en caída libre.

Conocida la espantá de Yolanda Barcina, decidida a inhibirse de la primera fila de desgaste y agazapada con la vista puesta en Madrid, llegó la implosión en UPN que, por primera vez desde hace casi una generación, ha visto las orejas al lobo y se tambalea ante el terremoto de perder el poder. Barcina comenzó a copilotar la nave a la deriva de UPN y aseguró su propia sucesión apadrinando a Javier Esparza como candidato a encabezar la lista para las próximas elecciones. No quiso correr riesgos y cerró la puerta a las primarias o a la participación de los afiliados, dejando el nombramiento en las manos exclusivas del Consejo Político, que es como dejarlo en sus propias manos.

El hecho de que hubieran sido tres más los opositores a la candidatura confirma que la marejada interna de UPN puede convertirse en un auténtico tsunami. En el casting, Juan Ramón Rábade solo buscaba seguir flotando como corcho, que es lo que viene haciendo desde hace años. Amelia Salanueva y Alberto Catalán eran lo suficientemente solventes como para inquietar al barcinismo, así que el Consejo Político votó a Esparza. No podía esperarse otra cosa de la clientela de Yolanda Barcina, para que no sea cierto lo que el Navarrómetro señaló de Podemos y para que la suma abertzale no llegue a 25 parlamentarios. ¿Y quién es Javier Esparza, a quien Barcina ha colocado como rompeolas para la tormenta? Quienes le conocen de cerca dicen que no es capaz de enunciar una sola idea política, pero sabe de sobra los padrinazgos que tiene que procurarse y sabe también cómo complacer a los poderes del Régimen. Criado a los pechos de Francisco Iribarren, consejero de Economía y Hacienda con Miguel Sanz, el actual consejero foral de Administración Local y Desarrollo Rural, Javier Esparza, dio el visto bueno a la concesión de las zonas regables del Canal de Navarra en Tierra Estella, opción que gestionó Francisco Iribarren en nombre de la empresa catalana Agbar Aquagest. Sobre el candidato de UPN van a posarse muchas lupas, ya que por sus manos han pasado cuantiosas concesiones entre ellas las vinculadas al Circuito de Los Arcos.

En esta debacle del partido aún liderado por Yolanda Barcina han caído dos de los mitos de los que ha venido presumiendo durante décadas. La presidenta ha demostrado que era mentira aquello de que “somos un partido cuasi asambleario que permite que todos los afiliados sean votantes y decidan sobre el líder del partido” (Miguel Sanz dixit). Esta orgullosa voluntad democrática ha quedado reducida a los 232 miembros del Consejo Político, controlados férreamente por Barcina.

Sobre el otro mito, el de “UPN es el partido que mejor administra, el que mejor gestiona”, o la máxima fatua de “no tendremos mucho fondo político, pero administramos bien” que prodigaba Sanz, han quedado absolutamente desmentidas por los hechos. Basta con repasar la opinión mayoritaria reiteradamente expresada por la sociedad navarra, en la que se constata la indignación mayoritaria por el deterioro de los servicios básicos, el desempleo y la corrupción. Esta vez parece que es cierto que el Régimen se tambalea.