"LA transparencia, la comunicación y la participación de los trabajadores han sido una de las razones por las que se han salvado las empresas del Grupo Alfa". Esta afirmación no corresponde a ningún dirigente de Adegi, ni a ningún teórico o estudioso de la implicación de los empleados en la gestión de una empresa, sino ha sido realizada por el máximo responsable de un grupo industrial guipuzcoano que, después de 14 meses de estar en concurso de acreedores, ha sido capaz de sacar adelante nueve compañías, mantener 520 puestos de trabajo directos y 1.000 indirectos. Es la excepción de una regla en la que, desafortunadamente, el 90% de los procesos concursales concluyen con la liquidación de las empresas.

Quien ha dicho esa frase ha sido el consejero delegado del Grupo Alfa, Ion Ander Buenetxea, en una entrevista publicada en este periódico, cinco días después de que el juez de lo Mercantil Número 1 de Donostia, Pedro Malagón, firmara el fallo aprobando el convenio de acreedores con una quita del 50% a los 74 millones de euros de deuda principal, dando valor e importancia al papel que los trabajadores han tenido a la hora de resolver el concurso.

El protagonismo y el sacrificio demostrado por los trabajadores del Grupo Alfa que acordaron junto con la empresa la aplicación de cuatro ERE de extinción de contratos que han afectado a 100 trabajadores, de los que la mitad causaron baja voluntaria, ha supuesto resolver de la mejor manera posible el concurso de acreedores más importante que había vigente en Euskadi hasta la presentación del de Fagor Electrodomésticos, por volumen de deuda acumulada, número de trabajadores afectados y una facturación consolidada de 80 millones de euros.

En las nueve empresas del Grupo Alfa que siguen activas y no han parado en el tiempo que ha durado el concurso de acreedores, los sindicatos están presentes como en cualquier compañía que, incluso, en la fase previa a la presentación del concurso, llegaron a convocar huelgas y manifestaciones públicas contra la propuesta de la empresa de reducciones salariales y de plantilla, para evitar lo que en octubre de 2012 era ya irremediable como fue la presentación de la antigua suspensión de pagos. A día de hoy, todavía no hemos visto ninguna manifestación por las calles de Eibar en la que los trabajadores se felicitan por haber salvado 520 puestos de trabajo y la actividad de nueve empresas en uno de los peores años de la crisis. Las manifestaciones no solo sirven para protestar, sino también para expresar la corresponsabilidad de los trabajadores en el mantenimiento de una empresa que no solo puede ser considerada como propiedad de un patrono, sino como un bien social que genera riqueza colectiva y contribuye al estado del bienestar.

La salida del concurso del Grupo Alfa pone en evidencia la tipología del empresario guipuzcoano que, en vez de tirar la toalla ante las primeras adversidades y la confrontación con los sindicatos, a pesar de padecer situaciones muy duras en lo personal, es capaz de dar la vuelta al escenario ponerse como objetivo salvar la compañía y buscar las complicidades de los trabajadores desde la credibilidad y la confianza. En esta apuesta, el equipo directivo del Grupo Alfa ha visto reducir sus salarios un 50%, de la misma forma que el trabajador con nivel más bajo cuenta en su nómina con un 10% menos en el saldo neto.

Al caso del Grupo Alfa puede añadirse el de CAF, uno de los iconos de la empresa vasca, donde el 20% de sus acciones pertenecen a los trabajadores; por no hablar de Alcorta Forging Group, cuyos trabajadores se hicieron con el capital de la empresa como respuesta a la decisión de su propietaria, una multinacional alemana que un buen día decidió su cierre porque no formaba parte de sus planes operativos. Hoy, esa misma empresa, dedicada a la forja en el sector de automoción, y que iba a desaparecer como consecuencia de una deslocalización global no solo se mantiene, sino que tiene plantas en República Checa y Sudáfrica y presencia comercial en los principales países del mundo. De la misma forma, cómo puede entenderse que un juez haya aumentado el plazo de ejecución del concurso de acreedores de una empresa que lleva en esa situación un año, sino es porque durante ese tiempo los directivos y los trabajadores están trabajando para encontrar un inversor, tanto de capital como de aportación de negocio, que pueda reflotar la empresa y posicionarla nuevamente como referencia en su sector.

Dinero de su bolsillo

Incluso hay trabajadores que han encontrado durante este tiempo trabajo en otras empresas y que estarían dispuestos a volver a su antigua compañía para sacarla adelante. Evidentemente, estamos hablando de una empresa participada por los trabajadores que, antes de la presentación del concurso de acreedores, estaban dispuestos a contribuir con 750.000 euros de su bolsillo para garantizar su continuidad.

Yo ya sé que ejemplos como estos no forman parte del paisaje del territorio al oeste del Deba -léase Bizkaia-, por lo que convendría que el portavoz del Gobierno Vasco, Josu Erkoreka, a pesar de no ser de su competencia en sus responsabilidades en Lakua, demostrarse un poco más de conocimiento del tejido empresarial guipuzcoano a la hora de referirse a la propuesta de participación de Adegi --a la que, en mi opinión, le falta todavía un mayor desarrollo-, antes de insistir en que la iniciativa carece de consenso y no reúne los requisitos para ser asumida por el conjunto de los agentes.

Esa misma incredulidad que manifiestan el portavoz del Gobierno Vasco y el consejero de Empleo, Josu Erkoreka y Juan María Aburto, respectivamente, así como Cebek y otras entidades del territorio al oeste del Deba -ya que los alaveses del SEA, por lo menos, respetan la propuesta de Adegi, aunque no la compartan-, es la que yo vi en las caras de algunos empresarios cuando escuchaban el modelo de participación que la multinacional francesa Leroy Melin aplicaba en sus tiendas por boca del responsable de la Zona Norte, Jordi Albareda.

Cuando Albareda desgranaba el modelo de participación de su empresa ante los 150 invitados al desayuno de trabajo que NOTICIAS DE GIPUZKOA organizó el 10 de junio de 2011 en el Hotel María Cristina de Donostia, en uno de los primeros actos de carácter público sobre esta cuestión, las expresiones de estupefacción se prodigaban entre aquellos que no daban crédito a que la cuenta de resultados, la facturación, la cartera de pedidos y el cumplimiento de las previsiones de negocio fueran objeto de información puntual para sus empleados.

Han pasado ya dos años y medio de aquella puesta de largo de la participación social de las empresas como otro modelo de gestión de las compañías, sobre todo, en una situación de crisis tan lacerante como la que estamos sufriendo. Para algunos, Adegi ha tenido la osadía de plantear como categoría algo que ya forma parte del ADN de muchas empresas guipuzcoanas, afortunadamente, con resultado positivo. Como quiera que el mundo está hecho de utopías, habrá que concluir que, puesto que ladran, cabalgamos.