Resulta paradójico ver cómo la situación de crisis económica está provocando que grandes adversarios políticos sean capaces de llegar a pactos y, de esta forma, poner en marcha unos presupuestos públicos que respondan a las necesidades de los ciudadanos en este momento en el que, una vez que la recesión ha tocado fondo, se inicie la recuperación, como ha sido el caso del Gobierno Urkullu y, que también lo será, en el de la Diputación Foral de Gipuzkoa.

Estos pactos multipartitos que van a dar una estabilidad política al país fundamental para su progreso y desarrollo ponen en evidencia la eterna confrontación en la que se hallan los agentes socioeconómicos, que siguen anclados en el discurso de la afrenta y la demagogia, sin que por parte de la patronal como por los sindicatos se vea la más mínima intención de iniciar una vía de aproximación y encuentro, hasta el punto de que, probablemente, han podido convertirse en parte del problema.

Hay que bajarse cuanto antes del monte del 7 de julio, fecha en la que desaparecieron los convenios colectivos sectoriales, en el que están instalados tanto los representantes de los empresarios como de los trabajadores para iniciar una senda de diálogo y acuerdo, con el fin de preparar a nuestras empresas para esa txanpa de la recuperación que se va a iniciar de manera suave en 2014 con un crecimiento del 1%, según Confebask.

Esta crisis que nos ha hecho más pobres hasta el punto de que el PIB per cápita en el Estado español cayó en 2012 al 96% de la media europea, lo que significa retroceder a niveles del año 1998, y que ha servido para ahondar en la desigualdad social, va a traer consigo también un cambio radical en el paradigma de las relaciones laborales. A la dialéctica empresario-sindicato se va a sumar ahora la de empresario-trabajador en lo que supone la vía de la participación de los empleados en la gestión y en los resultados de las empresas, con todo lo que ello significa de aumento de la competitividad y de anclaje de las compañías en el territorio.

Algo de esto ha visto Adegi cuando está poniendo en marcha un nuevo modelo de relaciones laborales "orientado al acuerdo, al compromiso de las personas, a la transparencia y a una mayor participación de las mismas en su proyecto estratégico".

Esta apuesta de Adegi, para lo que ha elaborado una guía que ha sido distribuida a todos sus asociados para que puedan aplicar este nuevo esquema de relaciones laborales en sus empresas no es algo nuevo, sino que está implementado en un gran número de compañías en Gipuzkoa con resultados muy satisfactorios. El problema no está en la eficiencia demostrada del modelo de participación en las empresas, sino en la comodidad con base cultural que todavía existe tanto entre los empresarios como por parte de los trabajadores.

Unos y otros están muy cómodos en un sistema de organizaciones jerárquicas, donde el empresario manda y establece unos objetivos y el trabajador obedece y cumple las decisiones, sin que existiera otra comunicación entre las partes que la negociación del convenio colectivo en el que básicamente el problema residía en el aumento salarial, ya que una de las partes no estaba dispuesta a dar información sobre la situación de la compañía, salvo en momentos difíciles, y la otra, sabiendo esa predisposición, tampoco la pedía.

Ahora todo ha cambiado, las empresas deberán ser transparentes y dar información del desarrollo de su actividad, de la evolución de sus resultados y ventas, con el fin de que el trabajador sepa de la realidad, tenga un escenario y adopte las decisiones correctoras que sean necesarias para que su compañía se adapte mejor a las nuevas circunstancias del mercado y siga siendo competitiva.

Esto no es ciencia ficción, sino una práctica que, en este momento, se está aplicando en muchas empresas industriales y de distribución de Gipuzkoa, donde los trabajadores conocen de primera mano la evolución de las ventas, las entradas de nuevos pedidos y de manera periódica la evolución de la cuenta de resultados. Esa información permite una mayor implicación del trabajador en el proyecto empresarial e incentiva los niveles de aportación en nuevas iniciativas e ideas, con todo lo que ello tiene de innovación y desarrollo para la compañía.

Gipuzkoa es un referente mundial de otra de las variables de la participación de los trabajadores en las empresas como son las cooperativas, donde los socios cooperativistas son propietarios de la compañía y que salvo excepciones, como puede ser el caso de Fagor Electrodomésticos, funcionan bien y han sido capaces de sobrepasar todas las crisis, precisamente, por su capacidad de adaptarse al cambio de los tiempos. Curiosamente, de las diez mayores empresas en número de trabajadores que existen en Gipuzkoa, cinco son cooperativas, una cuenta con una participación de los trabajadores en su capital, dos son Administración pública, una es entidad financiera y la otra es de servicios. En este contexto tenemos el caso de Danobat Group, que acaba de firmar tres contratos para el sector ferroviario por valor de 103 millones de euros, en lo que supone todo un récord en la historia de la máquina-herramienta del Estado, en cuanto a la formalización de pedidos.

Estos contratos que tienen como destino países tan importantes en la globalizada economía de hoy como son Australia, donde se han firmado dos contratos, e India, de donde procede el tercero, en dura competencia con fabricantes de máquina-herramienta alemanes, han puesto en evidencia el alto nivel internacional de la ingeniería de Danobat Group, hasta el punto de consolidar su posición como líder mundial en el suministro de líneas llave en mano para el sector ferroviario.

Pero lo importante no solo está en la ingeniería, sino en la fabricación de estas máquinas que se llevará a cabo en Elgoibar, con lo que supone de actividad para la cooperativa que ya tiene establecida una alianza con una empresa australiana para el traslado, instalación y mantenimiento de los equipos en ese país. Como destacan en la Corporación Mondragon, el éxito de Danobat, que en 2014 cumplirá 60 años desde su constitución, tiene su origen en la implicación de los profesionales y de los trabajadores en el proyecto empresarial que en el día a día y de manera callada han vuelto a colocar a Euskadi en el mundo como ejemplo de innovación y desarrollo. Unos valores que parece que comienzan a estar de moda.