LA temporada de Cuéntame cómo pasó se termina dejando un hueco difícil de rellenar. La programación televisiva de invierno es una forma de vida. Una manera de verla. Luego viene el verano y lo que echan es un puro parche. Es cierto aquello de que somos lo que vemos, lo que oímos, lo que leemos. Y por lo menos somos todo lo que llagamos a ver, oír y leer. Esta semana hemos asistido a la aparición de Aznar como la de un fantasma. Una sesión de cacofonías que hasta provocaron problemas técnicos en El intermedio, uno de los pocos programas capaces de incomodar al régimen de mayoría absoluta en el que nos encontramos. Una interferencia que dio al traste con la oportunidad de ver al Gran Wyoming metiendo el dedo en el ojo, que es una de las pocas cosas que la televisión hace en estos tiempos por la política. Claro que hay quien piensa que el fallo puede ser una manera de llamar la atención. Y lo cierto es que al día siguiente del fallo el programa consiguió subir su audiencia. Deben ser nuevas maneras de ganar espectadores. Las hay más antiguas, como la que utilizó hizo Mercedes Milá en el último programa enseñando las bragas. Está claro que Gran Hermano va a echar el resto en estas tres semanas que le quedan así que prepárense para ver a la Milá en todos sus estados y a sus concursantes hacer el pino puente fuera y debajo de los edredones. Y es que ya lo tiene dicho José Mª Íñigo que, tras el bajonazo de su última participación en televisión, esta semana ha venido a hablarnos de su libro La tele que fuimos. Una obra muy al estilo del autor, con esa mezcla tan característica entre lo íntimo de sus entrevistas y amenidad de sus temas. En su presentación ya lo dijo Íñigo. "Si a la televisión le echas basura; sale basura. Si le echas talento sale talento". Y eso fue antes de verle la lencería del tanga a Mercedes esta semana en Telecinco.
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