resulta un sarcasmo lingüístico calificar la guerra como limpia como si no fuera la mayor de las barbaries humanas que se multiplican a lo largo de los cuatro puntos cardinales con inusitada frecuencia. Desde hace una semana otro conflicto armado ha estallado en la geografía de la sinrazón y brutalidad. El desconocido continente africano acoge una nueva guerra que engrasa la actualidad informativa, convirtiéndola en materia noticiable de primer orden. El tratamiento informativo está controlado por la fuente de todas las noticias, el alto mando francés que controla este aspecto como uno más de los que maneja a la hora de iniciar una guerra, cual es la censura informativa de lo que llega a los medios de comunicación propios y ajenos. Las noticias de los bombardeos de la aviación francesa sobre las fuerzas yihadistas en la república de Malí están sometidas a control de la inteligencia militar y por lo tanto se convierten en elementos de guerra que hay que controlar y administrar en pos de la victoria, aunque por el camino la verdad, la noticia y la actualidad resulten chamuscadas en pro de la consecución de los objetivos militares. Siete días de guerra y apenas escenas de soldados en traslados, aviones despegando raudos y brillantes y mapas geográficos para situar la crónica guerrera. La inteligencia militar desea guerras limpias con contadas secuencias de destrucción y muerte ilustrando los telediarios con escueta brevedad y lejos de despliegues informativos de destrucción y muerte. La crónica bélica reducida a un puñado de imágenes que no reflejen el auténtico rostro de la violencia desatada. Los actuales estados mayores con amplia experiencia en batallas y guerras sacrifican la verdad informativa en aras a otros intereses estratégicos y tácticos que devoran la libertad de información. Es lo que hay.