ME voy una semana al Mediterráneo. Más que nada porque estos acontecimientos económicos están poniendo a prueba mi sistema inmunológico o el mental. No estoy seguro. Ahora que me voy resulta que a Dívar por fin le van a investigar el Tribunal de Cuentas. Tal y como se les ha visto funcionar a sus compañeros, ampliaría investigación a todos los miembros de este tribunal. Ya ven que esta columna de crítica televisiva últimamente abarca otros temas. Me pasa como al maestro Eduardo Haro Tecglen, que en su columna de televisión podía pasar meses sin mencionar el medio o a uno de sus protagonistas ni de refilón. También es cierto que no creo que la tele que dejo vaya a cambiar mucho en una semana, pero ojo. Ojo con esos programas que se estrenan como de broma porque siempre hay alguno que triunfa y luego perdura todo el curso. De lo que tengo más dudas es de que no se vaya a notar a las primeras de cambio la sustitución de Fran Llorente por Julio Somoano, que viene de dar caña a los de la ceja en TeleMadrid. Al tiempo.
Y como ya ven que estrenamos formato panorámico no puedo despedir estas cuatro columnas sin mencionar a Sara Carbonero. Me lo dice el sentido crítico y el del espectáculo asegurado que supone solo mencionar su nombre. Dice el periodista Pablo Gorría, que es de por sí -o por el oficio- algo desconfiado, que los errores de la Carbonero están hechos a posta. Que el otro día, cuando le preguntó a Iniesta por el penalti que no había tirado, lo dijo para provocar. No tengo claro que Gorría tenga razón. Creo más bien que Sara Carbonero es la chispa que provoca el estallido, la que hace falta para crear incendios con la gasolina que fluye en las redes sociales. De un personaje así hablaría hasta el mismísimo Haro Tecglen.