Tengo un problema. Bueno, dos. Es que con uno solo me relajaría y seguro que me muero con el problema sin resolver. A mí eso me genera inquietud, si pienso en ello, lo de morirme con algo sin hacer como hay que hacerlo o con un caramelo sin abrir en un bolsillo del pantalón olvidao y yo ahí un poco más lejos con la boca hecha ceniza y el pobre eucalipto agarrándose al papel, solo, a oscuras, oyéndolo todo sin poder hacer nada. Afortunadamente, pienso poco en ello. Y en general, ya que tengo el Giro, que engancha con la Eurocopa, esta con el Tour, este con los Juegos, estos con la Vuelta y esta con la Liga. ¿Ven? No sé por qué la gente se agobia y va a clases de meditación y cosas así. Hasta mayo del año que viene no me dará tiempo a pensar en si tendré algún caramelo sin abrir, ni tendré que revisar toda la casa, la de alao, la manzana, el barrio... Al tema que iba, mis dos problemas: ¿cómo se da uno de baja de Facebook y Twitter? A ustedes esto igual les hace gracia, pero a mí me preocupa: ¿se da una rueda de prensa comunicando el hecho, mandas un burofans a tus seguidores (esto en Twitter) y organizas una chocolatada -con Licor 43- para los colegas de Facebook? No quiero nada así muy llamativo, pero tampoco desaparecer como Van Morrison, que piensas que se ha ido al baño y no vuelve, el cabrón. Es que ya les conté que fue una liada de mi hermano y al año y poco me descubro colgando canciones en Facebook, vuelvo en mí y me regaño: ¿qué harás? Y oigo cómo se descojona el caramelo a lo lejos. Razón llevas, pero ya te pillaré, ya, aunque sea lo último que haga. No sé, la verdad, cómo hacer. Y luego seguir por Yahoo, Movistar, Blogger? y acordarme de dónde dejé el caramelo e irnos juntos a pasear. Sin claves, ni contraseñas, ni nada que se me pueda olvidar.