"solo queremos enriquecer el diálogo en la sociedad vasca", era parte de la declaración de principios que hacía pública en febrero de 2011 el Grupo Internacional de Contacto (GIC), ese equipo de cinco personalidades relevantes reclutado por Brian Currin que ratificaba la iniciativa que más recelo provocaba en quienes se empeñan en negar el conflicto vasco: su internacionalización. La constitución del Grupo fue acogida con muchas reservas por los Ejecutivos español y vasco, y con abierta hostilidad por la caverna mediática. Pero, pesase a quien pesase, quedaba abierta la puerta a esa internacionalización.
La dinámica de trabajo del GIC se puso en marcha inmediatamente, mientras se emprendían otras iniciativas también de ámbito internacional. El 28 de julio Zapatero anunció elecciones generales anticipadas al 20-N, circunstancia inesperada que provocó un cambio de ritmo en las dinámicas iniciadas por el GIC y las fuerzas políticas, sociales y personas implicadas, exigiendo acelerar los proyectos en marcha. El cambio de ritmo obligó a la presentación pública de la Comisión de Verificación el 27 de septiembre. De nuevo, seis notables y experimentadas personalidades de relieve internacional se implicaban en el proceso de solución del conflicto. Igualmente, este adelanto electoral fue determinante para que ETA anunciase el cese definitivo de sus acciones armadas el 20 de octubre, aún sin haberse resuelto judicialmente la legalización de Sortu ni haberse llegado a acuerdo alguno en la solución para los presos, cuyo colectivo ya se había adelantado el 23 de septiembre a adherirse al Acuerdo de Gernika.
Fueron unas semanas trepidantes que culminaron con la Conferencia Internacional de Aiete, solemne y definitiva pista de aterrizaje para el nuevo tiempo, que reunió el 17 de noviembre a seis pesos pesados del nivel internacional tales como Kofi Annan, Bertie Ahern, Gro Harlem Brundtland, Pierre Joxe, Gerry Adams y Jonathan Powell como refrendatarios y supervisores de la irreversibilidad del paso dado por ETA.
Teniendo en cuenta todas estas realidades, es más que evidente la implicación internacional para una solución al conflicto vasco, esa "internacionalización" tan reiteradamente buscada por los sectores nacionalistas vascos y más aún los identificados con la izquierda abertzale histórica, y tan virulentamente rechazada por los partidos españolistas y sus apéndices mediáticos.
Después de aquellas semanas de frenética actividad, muchos ciudadanos se preguntarán ahora qué fue de ellos, dónde están y qué hacen los equipos internacionales de trabajo que hace un par de meses fueron portada de los medios de comunicación y motivo de esperanza para una sociedad que en su mayoría les recibió ilusionada. Hay que reconocer, a pesar de ello, que aquellos acontecimientos parecen ya perdidos y olvidados en el tiempo, sobrepasados primero por unas elecciones que han llevado al PP a la mayoría absoluta y al PSOE al fondo del pozo. Más aún, casi me atrevo a decir que hasta este vuelco electoral ha pasado ya al recuerdo, arrollado por una preocupación básica, fundamental, presente en la crisis económica y laboral de la que no salimos.
Pero pasadas ya las elecciones, en la sordina de la discreción y el silencio mediático, no cabe duda de que quienes desde su prestigio internacional se implicaron en nuestros problemas mantiene su compromiso y, cada uno desde su objetivo, siguen adelante con sus tareas en el proceso iniciado por el Grupo Internacional de Contacto en febrero de 2011.
El GIC se encargará exclusivamente de propiciar espacios de diálogo entre fuerzas políticas hacia la búsqueda de un diagnóstico común y para el logro de un acuerdo, también común, sobre el conflicto vasco. Cumple así el punto 4 de la Declaración de Aiete. Al mismo tiempo, propiciará también si fuera necesario el diálogo entre ETA y los gobiernos español y francés para el acuerdo sobre temas penitenciarios.
La Comisión de Verificación seguirá sus consultas con grupos políticos y estamentos empresariales con el fin de comprobar la ausencia de extorsiones. Siguiendo su hoja de ruta, abrirá una línea de contacto con las autoridades españoles y francesas para que sean las fuerzas policiales y de seguridad quienes lideren las actuaciones de desarme y desmantelamiento de los reductos armados de ETA, con quien mantienen contacto indirecto.
El papel de los seis mandatarios que presidieron la Conferencia de Aiete queda resumido en los puntos quinto y último de la Declaración, en el que anuncian la constitución de una comisión para el seguimiento de sus recomendaciones.
Ahí siguen, por tanto, los apoyos internacionales, comprometidos con nuestro definitivo proceso de paz, normalización y reconciliación. En otra ocasión se darán detalles de la laboriosa gestación de esta implicación internacional, quiénes la propiciaron, quiénes se inhibieron y quiénes pusieron palos en las ruedas. Que de todo hubo.