PARA quienes desde diferentes ámbitos de expresión y de actuación han apoyado y defendido la legalización de las expresiones políticas de la izquierda abertzale (sea Bildu o Sortu) el llamado proceso de normalización relacional entre agentes sociales, institucionales, empresariales o simplemente entre personas pasa por asumir o aceptar una serie de premisas básicas, que quisiera resumir en estas reflexiones. Las reacciones suscitadas por el apoyo de Bildu a la fusión de las Cajas vascas sirve como ejemplo paradigmático: tras la buena recepción social de esta adhesión a un proyecto estratégico, Bildu busca, en lógica política, obtener réditos derivados de su cambio de orientación (reivindicando su protagonismo en el tenor del acuerdo) y el resto de fuerzas políticas reclaman su cuota de protagonismo y de responsabilidad en el logro del compromiso de integración.
Hasta ahí todo entra dentro de la normalidad del juego político. Pero hay más elementos para el debate. Normalización supone, o debe suponer que aunque un proyecto no te convenza plena o íntegramente, decidas apoyarlo para, desde dentro, tratar de lograr el apoyo a tus tesis o a tus planteamientos. Siempre es más glamouroso ponerse detrás de la pancarta, soltar adrenalina llena de energía negativa, protestar, criticar que construir y trabajar en sacar adelante proyectos estratégicos.
Normalización es asumir que, como ejemplo, para generar plena empatía en la reclamación de los derechos de los presos hay que empezar por reconocer el daño causado, aceptar los errores y las barbaridades cometidas. Jurídicamente no hay duda del derecho de los integrantes de la izquierda abertzale a ser legalizados, a gobernar y a participar de lleno en toda la vida social y política. Son necesarios, y representan a un importante sector de nuestra sociedad vasca. Pero desde la vertiente ética (y política) la exigencia, para convivir con normalidad, ha de ser mayor: reivindicar en abstracto todos los derechos debe ser la antesala que permita acabar llamando a las cosas por su nombre.
Normalización es asumir también que tener ideales, tener proyectos de País o nación no equivale a tener derecho a imponerlos. Igual que no cabe vetar la defensa de tales proyectos, no es posible creerse en posesión de la verdad absoluta.
La política, como la vida, se construye a base de procesos de frustración responsable. Los maximalismos, el todo o nada, no son buena metodología para avanzar en la construcción nacional. Y asumir que pese a que un proyecto o una iniciativa no me satisfaga plenamente ello no impide trabajar para transformarla (si logro la mayoría necesaria) es otro gesto de normalización.
Normalización es asumir que, convertidos en sujetos políticos activos, los representantes de Bildu, como los demás, están sujetos al juego de la crítica, del reproche, de la asunción de errores y de la competencia dialéctica entre partidos. No hay "divinos", no cabe levitar por encima de los problemas cotidianos de la gente. Tocar suelo, asumir la realidad y los obstáculos que muchas veces impiden plasmar o materializar tus proyectos es también un gesto de normalidad y de normalización.
Normalización supone, también abandonar desde el Estado la vía penal para llevar adelante juicios políticos, normalización supone no estigmatizar social ni políticamente por razón de las ideas, supone competir por el apoyo social en igualdad de condiciones y asumir que amenazar, amedrentar y por supuesto matar al diferente es sencillamente una barbaridad injustificable.
Normalización es desterrar el uso de la violencia como instrumento de acción política. Ojalá lleguemos a buen puerto, centremos nuestras energías vitales en sacar adelante a nuestro país y despoliticemos una sociedad y un entramado institucional demasiado encorsetado por las disputas políticas.