YA sea por interés, o por desconocimiento, o por pura arrogancia, suele haber grandes diferencias en la percepción de nuestra realidad. En política, y más aún cuando se trata de política vasca, a estas desavenencias hay que añadir un punto de sectarismo que subestima o sobrevalora a su conveniencia los datos objetivos. En lo referente a la pacificación y normalización, en la solución al conflicto vasco la realidad, que es tozuda, ha asentado los argumentos suficientes como para que a estas alturas ya casi nadie se atreva a manifestar que nada ha cambiado. Otra cosa es que haya quien contemple la botella medio llena y quien la vea medio vacía.

Valiéndonos de esta metáfora, si el contenido de la botella puede ser representado como esperanza sería injusto no valorar como positivos datos tan alentadores como la continuidad del alto el fuego de ETA prolongado en el tiempo, que por sus características supone una ausencia de violencia nunca conocida ni vivida hasta ahora. Sumemos a esa importante dosis de esperanza la práctica ausencia de la kale borroka en las localidades vascas y el proceso iniciado por la izquierda abertzale histórica, la exclusivamente civil, por el cual ese colectivo ha asumido el papel de vanguardia desplazando a la estrategia político-militar y sustituyéndola por la lucha política, democrática y pacífica. Este es el contenido principal que desde una de las partes en conflicto se ha aportado a una botella vacía de esperanza. ¿Es mucho? ¿No es nada? ¿Es insuficiente? Para buena parte de los ciudadanos vascos, a juzgar por la respuesta electoral, esta contribución de una parte a la pacificación y a la normalización parece que es suficiente para ver la botella medio llena.

Quienes ven la botella medio vacía, aunque pueden llegar a reconocer que “se han dado pasos en el buen camino”, son precisamente los que racionan con cicatería su aportación a la solución o los que, directamente, se niegan a contribuir a esa inversión en esperanza. Para algunos de ellos, ni siquiera hay botella. Ni siquiera hay motivos para la ilusión. Todos los que sostienen ese frente de la intransigencia se empeñan en impedir que la botella se llene y la prefieren vacía y hasta rota, ya sea supuestamente en nombre de las víctimas, ya en nombre del Estado de Derecho, ya en nombre de la pura venganza.

Conviene, no obstante, atenerse a los hechos para tasar con objetividad cuál es el contenido de esa botella y hacerlo sin excesos de entusiasmo ni sobrados de pesimismo. “La otra parte”, por definir de alguna manera a quien también tiene en su mano aportar su cuota de contenido a la botella, mantiene en la práctica y de manera general su política antiterrorista, judicial y penitenciaria. Detenciones, dispersión de presos, ilegalización de opciones políticas, mantenimiento de tribunales de excepción, estrategias del pasado. Un dato, obviamente, que no anima demasiado al optimismo.

Sin embargo, sería ingenuo ignorar que se ejerció presión al Constitucional para la legalización de Bildu, aunque no se alcance a entender cuál es el beneficio que quien presionó pretende con ello. En esa misma línea de optimismo, hay datos que permiten confiar en la legalización de Sortu para este otoño. “La otra parte” colabora con mucha discreción mediante recomendaciones al Constitucional, fruto de las cuales será no solo la sentencia legalizadora del nuevo partido sino también la flexibilización de la doctrina Parot, no en su modificación propiamente dicha sino en su aplicación, según la cual podrían salir a la calle decenas de presos históricos de ETA.

Estos movimientos tendrán efectos muy importantes. El primero, la sensación de alivio en buena parte de la sociedad vasca, que constatará cómo se afloja la tensión social. El segundo, y fundamental, que legalizado Sortu sus dirigentes tendrán posibilidad de ejercer presión sobre ETA para que abandone definitivamente la lucha armada. No hay duda de que lo harán, en principio por vía indirecta y discreta. Pero en el caso de que este requerimiento indirecto no sea atendido, habrá una exigencia expresa y pública a ETA para el cese total y definitivo de la violencia.

Se ha conocido que este otoño quizá traiga también novedades en cuanto a la verificación del alto el fuego, a iniciativa del Grupo Internacional de Contacto que, vista la actitud de inhibición del Gobierno español en el asunto, presentará el resultado de sus gestiones ante la comunidad internacional. Esta iniciativa podría ejercer, a su vez, la presión necesaria para que “la otra parte” se implique en la verificación de que ETA esté cumpliendo su compromiso.

Son detalles, solo detalles, pero con la suficiente envergadura como para contemplar medio llena esa botella de la esperanza que otros ven medio vacía.