Intereses encontrados
La periodista y ensayista norteamericana Janet Malcolm publicó hace más de veinte años un concienzudo estudio sobre los intereses encontrados de los protagonistas de la actualidad y los de los periodistas con el sugerente y atractivo título de El periodista y el asesino que se ha reeditado en España y recomendamos su lectura en estos tiempos de vacaciones y tiempo libre para la lectura. Se abre el citado libro con una entrada triunfal en la cacharrería periodística. La autora norteamericana escribe" todo periodista que no sea un estúpido o engreído para no ver la realidad sabe que lo que hace es moralmente indefendible. El periodista es una especie de hombre de confianza, que explota la vanidad, la ignorancia o la soledad de las personas, que se gana la confianza de éstas para luego traicionarlas sin remordimiento alguno". Semejante zambombazo es punto de inicio de una serie de reflexiones sobre el quehacer de los profesionales en el ámbito americano, donde los juzgados reciben con habitualidad demandas de personajes contra autores de biografías, o casos de actualidad por entender que el periodista ha mentido, ha traicionado la buena fe del personaje o ha producido una imagen que daña los intereses del autor del crimen. Ciertamente esta literatura periodística de no ficción no abunda a este lado del Atlántico pero refleja comportamientos éticos que deben ser estudiados y revisados por los periodistas a la hora de construir la imagen de un individuo y más si como en el caso que comentamos se trata de la demanda de un asesino a un periodista por entender aquel que esté ha perjudicado su marca. Lo que comenzó como un acuerdo comercial para sacar un libro entre el presunto asesino de su familia, Mc Donald y el periodista McGinniss, terminó en el juzgado y demostró que los intereses divergentes son difíciles de conciliar en el campo del reportaje, libro o guión televisivo o cinematográfico. El periodista obedece a la verdad, el asesino a la dignificación de la imagen social. Las líneas paralelas no se cruzan nunca jamás. Malcom lo cuenta divinamente.