ES una pena que no nos dejaran ver en directo la dimisión de Camps. No se entiende la razón por la que le ha entrado a última hora la vergüenza torera y no ha permitido que una señal conectara en vivo y en directo con su comparecencia. Los caminos de los Camps del PP son insondables. Seguramente si lo hubieran permitido, la noticia pararía cualquier programa que se estuviera emitiendo: Ni más ni menos, Sálvame, El secreto del puente Viejo, incluso ese tan especial que se llama No le digas a mamá que trabajo en la tele. Resulta que el hombre estaba dimitiendo a las 17 h. justo cuando Contador y Samuel Sánchez se la jugaban intentando meter miedo y unos segundos a los hermanos Schlek y compañía. Una bajada por una carretera que más parecía el sendero del cuento de Hansel y Gretel. Camps dimitía censurando las señales y provocando un inquietante silencio de las ondas; al mismo tiempo que los aficionados al ciclismo no podíamos creernos que el realizador cortara el descenso del Cote de Pramartino, de la pareja española de ciclistas, para mostrar la insípida victoria de Hagen, uno de los dos noruegos que corren el Tour. Se nos privó por todo el morro de uno de los espectáculos que el ciclismo es capaz de ofrecer: un descenso a tumba abierta de dos ciclistas dispuestos a jugársela. Unos dirán que la culpa es del pérfido realizador gabacho que decidió chafarnos la siesta, o que no pueden con que Contador sea el protagonista. Al fin de cuentas, los del Tour han hecho algo parecido a Camps. En lugar de mostrar en directo la grandeza de una dimisión se oculta por el temor a la incertidumbre que provocan los directos en los ciclistas que tienen miedo a las cuestas y en los políticos que no ven nada malo en aceptar, como Hansel la comida, una ración extra de trajes por la cara.
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