es curiosa la simpatía con la que vemos los premios que consiguen los telespectadores. Una afición que a los más mayores nos viene de los tiempos del Un, dos, tres, responda otra vez, donde el premio del coche era el no va más, solo superado por "un apartamento en Torrevieja". Aquello ya era el clímax televisivo que dejaba a toda la familia tan contenta antes de ir a la cama. Ahora el hombre de los concursos no es ni Kiko Ledgard, ni Mayra Gómez Kemp. Tiene el nombre de Carlos Sobera. Uno de los concursos con los que triunfa es Atrapa un millón. El otro día, Elena y Adolfo García Tascón, hermanos y naturales de León, ganaron como premio una vuelta al mundo y además, el sueño de todo viajero: un premio en metálico de 150.000 euros para recorrer Hong Kong, Australia, Nueva Zelanda o Islas Fiji con llegada a Los Ángeles. La tele, cuando realiza un milagro, se vuelve un objeto irresistible. Asistir a la alegría de esta pareja es tan esperanzador como si los premiados fuéramos nosotros mismos. Es posible que, de alguna manera el premio nos valga un poco a todos.

Todo lo contrario que las inquietantes noticias de la muerte de Sean Hoare, el periodista que se chivó de que sus jefes conocían las escuchas que hacían en el News of the World. Menudo guion, periodistas metidos a detectives, policías que venden exclusivas, directivas con más poder que el Papa dispuestas a cambiar la realidad a favor de la noticia con tal de vender ejemplares. Pues corran. Cojan un lápiz y un papel. Vayan escribiendo la historia porque esto acaba en película y, quién sabe, igual es su guion el que da en el clavo. Ya que todos no podemos llegar a ganar en los concursos, es el momento de comenzar otro tipo de loterías. La de Murdoch tiene mucho del juego de la ruleta rusa.