hace una semana, en esta misma sección, se reconocía que las declaraciones de Otegi en el juicio por el caso Bateragune, por claras e inequívocas, suponían un cambio radical en la situación y en la trayectoria de la izquierda abertzale histórica. Ciertamente, no sabemos qué es lo que ETA piensa sobre su futuro, pero parece cada vez más claro que el conglomerado de Sortu, Bildu o lo que fuera a ser Bateragune, cree que ha llegado el tiempo del cese definitivo e irreversible de la violencia de ETA.
La izquierda abertzale civil está haciendo sus deberes. ETA tiene aún pendientes de clarificación las asignaturas de responder a las dos preguntas: sobre si renuncia definitivamente al uso de la lucha armada y sobre si está de acuerdo en que los presos suscriban esa misma renuncia. A ETA hay que exigirle claridad definitiva sobre sus intenciones. De acuerdo. Pero ni a Bildu, ni a Sortu, ni a cargo electo alguno puede exigírsele que se haga realidad lo que no está en su mano.
Probablemente, no hay mejor tratamiento de choque ni mejor inmersión en la realidad para avanzar en la normalización política que dejar a Bildu la responsabilidad de gobernar en minoría en las instituciones en las que más ha escandalizado su superioridad, como es la Diputación foral de Gipuzkoa. Aquí se acabaron los coqueteos con las utopías y llegó la hora de retratarse con la realidad. A Bildu no hay que seguir insistiéndole en que condene; hay que exigirle que gobierne, que negocie, que pacte y que se comprometa con la compleja y plural realidad ciudadana. Esa sería su mejor aportación para la paz y la normalización
Pero esto no basta. La sociedad vasca quiere avanzar y tiene también derecho a exigir que den pasos adelante otros agentes y otras instancias. Porque hay una poderosa corriente político-mediática que en la solución del conflicto vasco mantiene una actitud tan interesada como estéril. Son los que reducen su aportación a la cómoda exigencia de un plus siempre insaciable. Son los que como única contribución a la solución exigen de forma reiterativa y monocorde un desmarque de la violencia para otorgar credibilidad ayer a Batasuna, hoy a Sortu o a Bildu.
Esa corriente político-mediática ha elegido la posición más cómoda. Limitándose a exigir la condena de la violencia y poniendo cada vez más alto el listón de esa exigencia, ellos nunca tendrán que asumir ningún otro compromiso, ni dar ningún paso, ni ceder a ninguna concesión. Les basta con seguir amarrados al populismo, al aprovechamiento político y electoral de la violencia y a l uso a conveniencia del dolor de las víctimas.
Esa corriente político-mediática se rasga las vestiduras porque Bildu no complace al PP en la moción que va a presentar en serie en los ayuntamientos para que condene a ETA. Y esta negativa a firmar lo que se quiere que firmen, paraliza el tiempo y justifica el inmovilismo. Es, a la vez, pretexto y consigna, coartada y doctrina. O condenan, o no existen. En la convicción de que, si condenasen, se les exigirá que lo hagan de rodillas, después en plaza pública, después flagelándose cubiertos de saco y ceniza. Hasta la derrota final. En esas aguas se mueven cómodas las estrategias del PP y del PSE. En esas aguas chapotean, enrareciendo el ambiente político y social vasco, empeñados en este momento -es lo que toca- en aislar a la coalición soberanista y marginarla en la ilegalidad.
Puestos a pedir, al PP y al PSOE hay que exigirles también que abandonen las políticas de teatralización a cuenta del tema vasco. Estamos en una nueva situación, y esta sociedad adulta que quiere avanzar necesita hechos y compromisos claros hacia la normalización, la pacificación y la convivencia. Puestos a pedir, es hora ya de que dejen de lado la política partidaria a cuenta de competir en firmeza contra Bildu y en exigencias de su ilegalización. Puestos a pedir, es hora de que dejen abierta la puerta de la legalidad de una vez por todas para quienes solo pretenden ejercer su derecho a la actividad política.
Puestos a pedir, es hora de que dejen de una vez unos y otros de hacer políticas interesadas a cuenta de los presos o las víctimas. Puestos a pedir, es hora de que unos y otros den pasos decididos para confirmar que este proceso sea irreversible. Ni mucho menos toda la responsabilidad del proceso hacia la paz y la normalización está en Bildu ni lo estará en Sortu. Buena parte también está en manos de los grandes partidos del Estado. Ya les vale de parapetarse en los emplazamientos y exigencias de condena, porque no sirven para avanzar ni son ya creíbles para la inmensa mayoría de la sociedad vasca.