Las elecciones marcan un nuevo escenario catártico en la política vasca. En una primera lectura, todavía sin la destilación pausada que el tiempo de reflexión puede aportarnos, hay ya abiertas muchas más incógnitas que certezas. Entre estas segundas, la más evidente: el catártico e incontestable triunfo de Bildu en Gipuzkoa conlleva la inclusión de Aralar, EB y H1! en el listado de partidos damnificados como consecuencia de esa irrupción efervescente de Bildu y de la definición, cada vez más nítida, de cuatro grandes bloques políticos en el escenario vasco -nacionalismo institucional (representado de forma ya hegemónica por el PNV), izquierda abertzale (Bildu), PSE y PP-.
Es necesaria una reflexión de enorme importancia, que supera la mera constitución de los respectivos ejecutivos forales, y en particular el de Gipuzkoa. Y cito Gipuzkoa porque es la llave, el elemento clave para deshacer la madeja del futuro político del país. En Gipuzkoa es Bildu quien debe tomar la iniciativa para la designación de diputado general y para formar gobierno foral. Habrá que hablar de fiscalidad, de infraestructuras -la incineradora, el puerto exterior de Pasaia o el TAV-, de las cajas vascas, de todo un conjunto de decisiones que componen y vertebran un modelo de territorio y de país.
Y, para buena parte de decisiones vinculadas a elementos troncales, claves, la clara mayoría parlamentaria en Juntas Generales de Gipuzkoa por parte de Bildu no es suficiente. Las tres opciones contemplables son:
1º) El PNV traslada de forma abierta y transparente a Bildu y a la sociedad guipuzcoana y vasca sus parámetros de partida para un eventual acuerdo de formación de gobierno foral compartido. Premisas de compromiso recíproco sobre el que sustentar la legislatura foral, en temas de convivencia, de normalización y de gestión de las cosas de comer antes citadas.
2º) En defecto de acuerdo, es decir, si Bildu, en ejercicio de su opción como fuerza política más votada en Gipuzkoa, rechaza tal posibilidad de acuerdo, se abren dos nuevos escenarios: o gobierna en solitario (para ello es necesaria la abstención del PNV en la investidura del candidato a diputado general), sometiéndose al marcaje de toda la oposición (al menos de PNV, PSE y PP, con la duda del único parlamentario foral de Aralar). Una oposición que puede aritméticamente frenar iniciativas que afecten a elementos estructurales.
3º) Gobierno foral bipartito, resultante de un pacto PNV-PSE, sobre la base de las premisas antes citadas, y cuyas posibles derivadas superan el alcance de estas primeras reflexiones.
El anuncio del PNV de su apuesta por el diálogo y por el pacto anclado en troncales y estratégicos puntos de encuentro para Gipuzkoa y para Euskadi plantea un escenario abierto, pero cada decisión abre, como fichas de dominó colocadas en fila, otras repercusiones en terceras instituciones (en particular, el propio ayuntamiento de Donostia-San Sebastián y la decisión futura en torno al juego de fuerzas en la Diputación alavesa).
Acordar no es claudicar. Si se quieren evitar conflictos e incomprensiones, el principio fundamental que debe regular las relaciones políticas es la negociación. Y no hablo de mercadear al estilo o modelo de bazar oriental. Y debe hacerse sin complejos, reforzando el discurso ideológico y siendo capaces de trasladar a la sociedad un proyecto que supere la coyuntura de una legislatura foral que se presenta especialmente compleja por el contexto de crisis económica y por la sensación de apertura de nuevo ciclo político.
El verdadero dilema para Bildu podría llegar a ser si dar o no portazo a la propuesta del PNV, en caso de que su concreción permita apreciarla como eficiente y razonable. Alcanzar un acuerdo transversal en política presupuestaria y fiscal, en una orientación consensuada y finalista de las inversiones o en las grandes decisiones sobre infraestructuras no puede quedar al capricho de coyunturas políticas.
No es cuestión de empatías frente a desencuentros, ni de filias y fobias, sino de responsabilidad. Un país no se construye desde lo negativo, desde el desprecio ni desde la prepotencia. Y esta propuesta por el diálogo y la estabilidad institucional se orienta en esta correcta dirección. Por responsabilidad y por liderazgo social.