Yola Berrocal ganó en su día Hotel Glam y ahora, junto con el denteroso ex de Karina, se ha impuesto en El Reencuetro: 10 años después. Una década que ha caracterizado por la aparición y colonización de la tele por hordas de frikis. Siguiendo los argumento de El encantador de perros, el mexicano César Millán, lo que consigue siempre Yola Berrocal es hacerse la jefa de la manada. Su comportamiento y su apariencia actúan de tal manera que el resto del mundo, incluidos los espectadores, la eligen como la mejor. Claro que también hay gente que me dice que son dos poderosas yolas las que actúan de atracción televisiva y, por eso, acaba quedándose con el personal y chupando la mayor parte de los planos del concurso. Lo que no tiene perdón son los momentos de televisión de baja calidad que Telecinco produce con la emisión de cientos de horas de El Reencuentro. El ejemplo es que reproduzcan el sonido directo de las cámaras y el efecto es como si estuviéramos viendo un vídeo casero de niños pijos en la piscina de papá. La calidad se les presupone a las televisiones profesionales, aunque después de tantos años, no nos queda otro remedio que soportarles su basura de calidad. El Reencuentro, sin embargo, además de basura, estaba hecha con pereza en los planteamientos y pobreza de recursos. Pero ya pasó. La pesadilla del sonido ambiente y los monólogos de chorlito de sus concursantes sentados al sol se fueron. Precisamente, resulta que es el sol el causante de que la señal de la TDT se debilite hasta desaparecer. A esto le llaman el efecto espejo. Se diluyen las frecuencias en las zonas costeras con el calor, la sal y la humedad. Va pasando el tiempo y la tecnología digital está causando más problemas de los que se nos habían dicho antes de que la adoptáramos.
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