Desde el sábado 15 el test de antígenos puede adquirirse en farmacias al único precio de 2,94 euros. Una medida, más que necesaria, yo diría indispensable, tras dos años de pandemia. Pero una medida que llega muy tarde. El negocio ya está más que hecho después de las fechas navideñas en las que las familias han desembolsado una cantidad considerable de dinero. Una medida con la que los intereses farmacéuticos han prevalecido, una vez más, sobre los de la ciudadanía. Ante una pandemia mundial, como ante la que nos encontramos, el test, junto con la mascarilla, se ha convertido en instrumento básico, y este debería de ser gratuito, accesible a cualquier bolsillo. Si echamos un vistazo a otros países europeos podemos constatar cómo en el Reino Unido se adquieren gratis, en Italia su precio no está regulado, y en el resto de países europeos su precio es más barato. Su precio en nuestro país es un 50% superior al vigente actualmente en Alemania y Francia, entre otros países, donde se sitúa por debajo de los 2 euros. También supera a los 2,10 euros de precio medio en Portugal. En España su venta se limita únicamente al sector farmacéutico, ¿por qué no extender esta venta a otros ámbitos como los supermercados? En Francia ya es posible adquirirlos en ellos. A la ciudadanía se nos exige responsabilidad, pero, ¿por qué no se nos facilita?