Y el Señor habitó entre nosotros. Astigarraga ha resultado el pueblo elegido, al igual que en su día lo fue el de Israel. Sobre sus lindes se ha posado la sabiduría suprema. Un todoterreno, un genio polifacético que, lo mismo nos anuncia las buenas nuevas, que ejerce de politólogo, historiador y, sobre y ante todo, juez implacable de todo munícipe que no ejerza sus funciones, con la máxima dignidad, honradez y responsabilidad para con los ciudadanos astigartarras. Como el interfecto es generoso hasta la saciedad, día sí, día también, nos deleita con sus impagables rótulos adosados a las paredes de todo el pueblo, donde deja constancia de su brillantez y frescura intelectual, sin parangón alguno. En román paladino, una nueva plaga, a modo y manera de las antiquísimas egipcias, amenaza Astigarraga.