El paseo de La Concha, la calle 31 de Agosto, el Peine de los Vientos, el Palacio de Miramar. La ciudad más bonita del mundo. Eso es lo que pensarán algunas personas que viven o visitan San Sebastián. Durante el día esos lugares son tranquilos, una vez llega la noche algunos de ellos se convierten en lugares donde hacer botellón. “Ya recogerán mi basura mañana”, pensarán muchos. Otros tantos ni pensarán en qué pasará con ella. Es por eso que me surge una duda, ¿acaso la ciudad más bonita del mundo debería tener escaparates rotos tras una noche de fiesta de semana grande? ¿O la parte vieja llena de botellas, bolsas, mascarillas y vasos de plástico cada fin de semana? Quizás esas personas que fardan de donde viven y ensucian las calles a las noches deberían plantearse si presumen de ciudad o de suciedad.