Mensaje a dibujantes, publicistas, empresas, asociaciones…No utilicemos la Navidad para seguir adoctrinando a las niñas y los niños sobre las medidas de seguridad frente al COVID-19. A estas alturas creo que ya las tienen interiorizadas. Reservemos espacios libres de la cruda realidad que les está tocando vivir. No inundemos a sus personajes mágicos de mascarillas y geles. Respetemos ese mundo mágico tan importante para su desarrollo.La fantasía en las/os niñas/os pequeñas/os tiene un valor que no siempre las personas adultas conocemos, y mucho menos respetamos. En la infancia se vive en el placer, el aquí y el ahora, la magia, el juego…Y si esto es así es porque cumple una función en nuestro proceso de desarrollo como seres humanos.Al igual que cuando fallece un ser querido los/as niñas/os necesitan tener momentos de evasión para preservar su salud. Sumirse en el dolor permanentemente es demasiado insoportable para ellas/os, por lo que viven intensos momentos de duelo y llanto y otros en los que juegan y disfrutan a tope como si nada hubiera sucedido. Estos espacios son fundamentales para su equilibrio y restablecimiento emocional.En esta situación de crisis, al igual que otros sectores de la sociedad, y especialmente los más vulnerables, la infancia está sometida a un estrés, una situación que atenta contra su desarrollo saludable: distancias, exceso de higiene, privación de afectos de seres queridos, sin poder conocer el rostro completo de sus maestras/os y muchas veces los de sus compañeras/os, algunas/os de ellas/os reprendidas/os por acercarse demasiados a otras/os, señaladas/os en la sociedad como vectores de contagio, encerrados/as en sus casas durante más tiempo que cualquier otro sector de la población, con sus áreas de juego cerradas en muchas ciudades… ¿No es suficiente secuestro a la infancia?Por favor, concedámosles ese lugar de fantasía libre de adoctrinamientos. No van a ser mejores ciudadanas/os porque insistamos en retratar a Olentzero o Mari Domingi con mascarilla.No es un tema banal, es una muestra más de la falta de confianza en las/os niñas/os y nuestra obsesión por educarles desde nuestra visión adulta y con escasa empatía.