La palabra empatía viene de otra preciosa palabra griega empatheia, que quiere decir sentir dentro. Es como ponerse dentro de los zapatos del otro. No es ir a cara de perro a conseguir lo que haga falta como sea. No es escupir al puto moro, al chiquilicuatre, al negrata, al sudaca, al pedigüeño de la esquina, al piojoso harapiento que duerme en un cajero automático sobre unos cartones. Yo he visto gente, y oído, salir de la iglesia, de misa, comentando en corrillos cosas con ese vocabulario y esos sentimientos, como si le fueran a robar el pan, el trabajo o el dinero del bolsillo. Si subimos una escala social, muchos gobernantes actuales actúan a cara de perro con los emigrantes y necesitados (en Estados Unidos son fracasados) negándoles el pan y agua, y después van a sus casas de padres y madres amorosos con sus hijos y familia. Me recuerdan a Franco que recibía y besaba a niños después de fusilar a los que le estorbaban. Y esos líderes de pecho hinchado que crean partidos políticos con muchos millones de seguidores que, a cara de perro, maltratan de palabra a los diferentes. Viven de eso por dentro y por fuera. Mala gente. Bihotzean dagoena, mihira irten. Lo que está en el corazón, sale de la lengua.