Los vascos y España somos como el aceite y el agua, con un pequeño meneo aparecemos como uno y eso les agrada. Sin embargo, al momento, cada uno sigue siendo muy diferente en todas sus facetas, además de que formamos como uno por la ley del más fuerte y engañador. Hicimos pactos en muchos encuentros, sin que nos doblegaran a pesar de estar mejor armados. Nos consta desde la llegada de los romanos (que eran prácticos) hacia Britannia, Carlomagno abusó a su paso permitido, pero nos destruyó las defensas nabarras, a la vuelta recibió su merecido en Orreaga. En las guerras carlistas, siempre pactamos a cambio de la entrega de las armas y olvidaron todo lo prometido, y la última con los italianos en Santoña y siempre nos traicionaron a la entrega de nuestras pocas armas o fuera de nuestro territorio. Nosotros somos una rama distinta, con nuestros usos y costumbres, las leyes vascas son consuetudinarias, de tradición y sobre todo democráticas. Sin embargo las leyes y sobre todo los hechos de los vecinos que imponen siempre por la fuerza, ambicionan su imperio, han nacido para mandar y se descuidan en cuanto tocan poder, pues les gusta siempre ir dopados y haciendo trampas hasta conseguirlo. Por ello, debemos pensar en alejarnos cuanto antes de ellos o desaparecemos.