Qué lejanos quedan los tiempos en los que Pablo Iglesias Turrión arengaba a sus tropas contra esa casta política en la que hoy se integra e intriga. Desde entonces la metamorfosis del "galapagareño" está siendo espectacular. Comenzó por hacer limpieza en su partido, una purga en la que salvo al pelota de Echenique fue eliminando sistemáticamente a todo el bloque fundacional del entonces Podemos. Libre de molestos compañeros de viaje y con una consulta a sus bases de risa, continuó su camino hacia la cima valiéndose de engaños y todo tipo de juego sucio. Hoy es un axioma que Iglesias Turrión no es más que un embaucador, un arribista que está llevando a su partido a la ruina. Ahora mismo Pablo Iglesias está envuelto en un turbio asunto de tarjetas y móviles perdidos que se niega a aclarar. No solo eso, se excusa en cloacas y sugiere legalidad para el insulto. El escenario político queda así: Dos trepadores antagónicos en el poder que se necesitan, sin embargo el vice podemita aventaja al líder socialista, no dimitirá ni le obligarán a hacerlo sabedor de que lo tiene cogido por los melocotones.